POR JUAN TAVERAS HERNANDEZ.- Usted puede pensar y decir de Luís Abinader, lo que quiera. ¡Es su derecho! Total, vivimos en “un Estado democrático de derechos”. Abinader no es medallita de oro, un dólar o un barril de petróleo, que todo mundo quiere, con virtudes y derechos, al que nada humano le es ajeno.
Hay que admitir, sin embargo, no importa cual sea su creencia sobre Abinader, si le gusta o no le gusta, si está o no de acuerdo con sus ideas y con su estilo, pero todos los ciudadanos debemos coincidir en que tenemos un presidente a tiempo completo.
Un presidente que desde el día en que asumió las riendas del Estado, en medio de una crisis sanitaria terrible que mantuvo el mundo cerrado, causando millones de muertos y enfermos, tuvo que emplearse a fondo para impedir que la economía del país colapsara.
Fueron días difíciles los que el presidente Abinader tuvo lidiar con toda clase de problemas, como las industrias cerradas, cancelaciones masivas de empleados; los hoteles cerrados afectando al sector turístico, sin empresas de zonas francas generando empleos y riquezas, sin inversión extranjera, sin muchas reservas monetarias, sin producción agrícola suficiente, amenazando la estabilidad, la gobernabilidad y la seguridad ciudadana, etc., etc.
Que yo recuerde, este país no había tenido, en muchos años, un mandatario tan trabajador y dedicado a sus labores como Luis Abinader. En verdad le han tocado momentos difíciles. Cuando no es una cosa, es la otra; cuando no hay una pandemia, hay una guerra, cuando no es la guerra, es el huracán, el ciclón o la vaguada.
Ha sabido, sin embargo, llevarle al pueblo dominicano certidumbre en medio de la incertidumbre, confianza en medio de la desconfianza, esperanza en medio de la desesperanza. Como ya hemos dicho anteriormente, Abinader ha resultado mejor presidente que candidato. Ha llenado y superado todas las expectativas y llenado todos los requisitos, para alguien que llegó al poder sin ninguna experiencia de Estado. Pero la práctica hace al maestro. Y la necesidad tiene cara de hereje. El país necesitaba un presidente estudioso, con vocación de servicio y amor hacia su pueblo.
Durante más de tres años he visto al presidente Abinader “dejar el pellejo” en las carreteras, visitando ciudades y campos, llevando soluciones, garantizando agua potable, electricidad, viviendas, escuelas y hospitales, demostrando que el “dinero alcanza cuando no se lo roban” o lo invierten en orgias y parrandas, como en el pasado reciente.
El presidente trabaja de día y de noche, en el Palacio y en su casa. Trabaja mucho y duerme poco, todos los días, de lunes a lunes. Para el presidente no hay fines de semana, ni días festivos. No toma vacaciones. Cuando los amigos le piden que se tome unas vacaciones y que descanse unos días, dice que ya tendrá tiempo, que aún es joven y tiene la energía suficiente para continuar resolviendo los problemas de la gente, que para eso lo eligieron. Abinader es un adicto al trabajo. Cuando llega a su hogar, después de una jornada de 12 o 14 horas, sigue trabajando desde su casa, llamando a los funcionarios, dándole seguimiento a las tareas pendientes, no importa la hora. Los funcionarios se mantienen a la expectativa, porque en cualquier momento, dos o tres de la mañana, pueden recibir una llamada del presidente o un mensaje de texto. ¡Increíble lo de ese hombre!
Por eso, no importa lo que usted piense o crea sobre el presidente Abinader, pero tiene que admitir que se ha comportado adecuadamente como mandan las circunstancias. Han sido tres años de arduo trabajo, de mucha dedicación. Abinader nada lo ha dejado al azar. No hay improvisación ni descuido.
No es casual que encabece todas las encuestas. El pueblo ha visto en Abinader, un presidente que no cede sus responsabilidades, que las asume en todo momento con entereza. No tengo ninguna duda de que el pueblo votará masivamente para que Abinader continue en el gobierno durante los próximos cuatro años. Ya el pueblo lo decidió: Abinader en primera vuelta. ¡Cuatro años más!
¡A tiempo completo!