Salvo en el caso de que ocurriese un muy poco común empate, un merecido candidato al Jugador Más Valioso en la Liga Americana se iba a quedar con las manos vacías la noche del jueves.
Tal era la realidad de un año en el que tanto el capitán de los Yankees, Aaron Judge, como el receptor de los Marineros, Cal Raleigh, tenían argumentos estadísticos y narrativos legítimos para ser el JMV.
Judge, el inusual campeón de bateo con 50 jonrones, recibió 17 votos al primer lugar frente a los 13 de Raleigh (355 a 335 en el conteo total) para ganar su segundo JMV consecutivo de la L.A. y el tercero en los últimos cuatro años.
“Siempre bromeaba con mis padres en el patio trasero o cuando jugaba en las Pequeñas Ligas con que algún día tendría la oportunidad de estar en las Grandes Ligas”, comentó Judge. “Nunca pensé que sería algo así. Es realmente increíble. Siempre persigue tus sueños”.
Esta es la primera vez en la historia del premio que ambos JMV de una temporada repiten al año siguiente.
Así, la votación dejó más claro que nunca que esta es la era de Ohtani y Judge, quienes de diferentes maneras han colocado sus nombres entre los más grandes del juego.
Pero incluso sin el premio, esta carrera por el JMV de la L.A. —probablemente la más debatida en la esfera pública desde aquella del venezolano Miguel Cabrera contra Mike Trout en la L.A. en el 2012— fue una oportunidad para apreciar la historia que Raleigh forjó en una de las mejores temporadas que se podría concebir para un receptor.
Ya considerado uno de los mejores caretas defensivos del juego (Raleigh no solo ganó el Guante de Oro, sino también el Guante de Platino de la L.A. en el 2024), Raleigh continuó aportando valor detrás del plato (percentil 87 en valor de carrera defensiva, según Statcast, y la octava calificación defensiva más alta de cualquier jugador en cualquier posición, según FanGraphs) junto con un año verdaderamente extraordinario al bate.
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