POR NARCISO ISA CONDE.- El compromiso concertado por el gobierno dominicano con el Comando Sur del Pentágono, de realizar “acciones conjuntas en el campo de la seguridad regional” y asumir “sus programas de entrenamientos”, no tiene otro significado que no sea la participación de nuestras fuerzas armadas en operaciones e invasiones militares de EEUU contra los países de Nuestra América que han emprendido la ruta de la nueva independencia.
Se trata de una decisión bochornosa, indignante e inaceptable, que tiende a convertir el Estado Dominicano y sus fuerzas militares en carne de cañón e instrumento de la agresiva y destructiva decadencia que corroe al imperialismo estadounidense.
La Administración Biden trabaja para lograr mayores aportes y un mejor despliegue de la guerra de cuarta generación, tanto con iniciativas propias como desde su activa plataforma de colombiana (que hace las veces del Israel latino-caribeño) y apelando a la colaboración de otros países de la región regidos por gobiernos dispuestos a acompañar sus terribles aventuras intervencionistas; sin desmontar los planes estructurados por su Comando Sur, ni afectar el papel de su IV Flota.
En esa ruta la República Dominicana, por su ubicación geoestratégica y la docilidad de su clase dominante-gobernante, es muy apreciada por el Pentágono, CIA, FBI y Departamento de Estado, para los planes políticos-militares de EE.UU en el Gran Caribe; sobre todo de cara a Haití, Cuba, Venezuela y Nicaragua, en cada caso teniendo presente sus particularidades.
Esto, claro está, le exige al imperio completar a la mayor brevedad posible -haciendo provecho de la pandemia COVID 19- la recolonización económica y cultural emprendida hace tres décadas, profundizando aceleradamente el endeudamiento externo oneroso, el asalto empresarial a la funciones ejecutivas, las recetas privatizadoras del patrimonio público y natural del país (vía Alianzas Público-Privadas-APP y ventas de activos estatales), la captura de las fuentes de aguas, sistema energético, puertos y aeropuertos, y muy especialmente imponiendo la desnacionalización total de los medios de comunicación, universidades y escuelas.
Pero no solo, sino que sus urgencias críticas lo inducen a pasar a una fase más directa de intervención, colaboración y complicidad militar con los países más proclives a ponerse de rodillas. A eso responde el anuncio -lanzado inmediatamente después de todo lo pactado en Florida- de que su Armada asumirá la remodelación, ampliación y gerencia del estratégico Puerto de Manzanillo; punto clave para sus agresivos planes destinados a recuperar posiciones perdidas, aplastar soberanías y controlar en mayor escala el transporte marítimo transoceánico. Una modalidad de base militar en la frontera Norte con Haití, próximo a Cuba y en el centro del Gran Caribe.