POR JUAN TAVERAS HERNANDEZ.- No tengo dudas que el presidente Luis Abinader buscará un segundo mandato presidencial. Las condiciones están dadas para que así sea. No tiene ningún impedimento constitucional, físico ni emocional, demostrando una capacidad de servicio y de trabajo por el bien del país, que ha dejado atónitos tanto a sus compañeros de partido, como a sus adversarios. Abinader es una máquina de trabajo. Nadie le puede caer atrás, ni siquiera los ministros, que lucen cansados muchas veces.
Definitivamente Luis Abinader se preparó para ejercer la presidencia de la República. A pesar de la falta de experiencia de Estado que le atribuyeron sus contrincantes, ha demostrado ser un estadista expertos en manejo de crisis saliendo airoso en todos los casos que se le han presentado en más de dos años de gestión, como ocurrió con la pandemia del coronavirus, la crisis económica tanto nacional como internacional, recibiendo reconocimientos y elogios de la comunidad internacional.
Hoy a pesar del panorama sombrío que se vislumbra en el mundo fruto de la guerra de Rusia con Ucrania, Estados Unidos y la Unión Europea, que amenaza con una guerra global, la República Dominicana goza de estabilidad política, económica y social, gracias a las políticas públicas preventivas que se han adoptado.
A nadie debe extrañar, pues, que el presidente Abinader se presente nuevamente como candidato presidencial. No hacerlo sería, más que un error, un absurdo. Una locura.
Además, este país no puede caer nuevamente en las garras de los depredadores que saquearon el país. ¡Ni un paso atrás ni para coger impulso!.
El mandatario ha dicho que ningún acontecimiento, absolutamente ninguno, de la naturaleza que sea, lo apartará de la lucha contra la corrupción que lleva a cabo desde el inicio de su gestión. Tolerancia cero con la corrupción, ha enfatizado. Significa que bajo su orientación el Estado no se convertirá en una piñata durante el proceso electoral que se avecina.
Bien, presidente. Ahora será necesario tomar medidas para evitar que la campaña sea tan costosa. Una campaña electoral presidencial cuesta miles de millones de pesos. Así como se oye: ¡Miles de millones de pesos! Una candidatura municipal, de cualquier provincia o comunidad, igualmente cuesta una fortuna, lo mismo que una regiduría, una diputación o una senaduría. El dinero de la campaña hay que buscarlo. Una campaña reeleccionista cuesta todo el dinero del mundo, más un peso.
Ha ocurrido siempre que el Estado, en tiempos de campaña, sobre todo reeleccionista, se convierte en una piñata. La corrupción alcanza niveles insospechables. Lo hemos vito durante casi todos los gobiernos del pasado.