POR JUAN TAVERAS HERNANDEZ.- Nada más peligroso para un país y para un presidente, que administrar una crisis. El riesgo es muy alto. La economía puede derrumbarse llevándose de paro al presidente. Es necesario, pues, dar los pasos necesarios en la dirección correcta para evitar el colapso.
Luís Abinader llegó al gobierno en condiciones extremas, con una crisis sanitaria global acompañada de una crisis económica, también global, agravada por el conflicto bélico entre Rusia, Ucrania, Europa del Este y Estados Unidos, elevando de precio los combustibles, los comodoties y los fletes, alcanzando niveles récords.
No ha sido fácil, hay que admitirlo. Solo un hombre con la capacidad, la voluntad y la decisión como las que tiene el presidente Abinader, ha podido enfrentar todos esos problemas y salir relativamente airoso.
Enfrentar la pandemia del Covid-19 buscando los recursos para adquirir las vacunas en el mercado internacional, iniciar un programa nacional de vacunación de toda la población comprando 26 millones de dosis, colocando, no una, ni dos, sino tres dosis a cada ciudadano, procurando una cuarta para un reforzamiento mayor, fue una proeza. Buena parte de la oposición política apostó al fracaso. Sin embargo no fue así. El gobierno gastó miles de millones de pesos para la inoculación de la población. Lejos de faltar vacunas, sobraron.
El país había perdido cientos de miles de empleos, el turismo llegó a su punto más bajo, se redujeron las exportaciones y las importaciones. Todo parecía que la economía se iría al suelo, que el dólar se colocaría por las nubes, que el costo de la vida sería insoportable. En fin, los pronósticos no eran halagüeños. Sin embargo, el equipo económico del gobierno encabezado por el presidente Abinader, que es economista, adoptó las medidas correctas para que los daños no fueran catastróficos. En efecto, el turismo se recuperó, los empleos volvieron, el crecimiento económico fue de los mayores en la región y en el mundo, las reservas monetarias crecieron, el dólar lejos de subir, bajo.
No bien las cosas marchaban viento en popa cuando estalló la guerra. Uf! Otra crisis de dimensiones insospechadas poniendo en riesgo la paz y la estabilidad mundial. Un fenómeno exógeno nos llegó como un huracán amenazando con llevárselo todo con sus fuertes brisas y sus estruendosas lluvias con rayos y relámpagos.
No bien el país sale de la crisis pandémica y económica cuando al presidente le explota en las manos, como una granada fragmentaria, la guerra. La inflación se convierte en su principal enemigo.