POR JULIO MARTINEZ POZO.- Suenan alarmas estremecedoras. La de terroríficos insomnios habla del Armagedón, la guerra de Dios contra una de sus criaturas: el Homo sapiens que, hecho a su imagen y semejanza, ha intentado suplantarle. Pero no tiene que mandar sus ejércitos a tomar partido en la contienda porque el ser humano se ha esmerado en crear sus mecanismos de autodestrucción.
Joe Biden, presidente de los Estados Unidos de América, está haciendo las veces del profeta apocalíptico que advierte que la tozudez de Vladimir Putin, ha retrotraído el riesgo de la extinción nuclear a los años de la crisis de los misiles: los peligrosos juguetes que Nikita Cruchet puso en manos de Fidel Castro, apuntando hacia los Estados Unidos, en 1962.
Hay un reloj diseñado en 1947, y que un grupo de expertos maneja todos los años. El día en que marque la medianoche es conveniente haber estado confesados y preparados para el viaje postrero, sin importar lo cerca o lejos que uno esté del final de la vida por edad, salud u eventualidad.
Noam Chomsky sustenta que hace ocho años, en 1914, se movieron las agujas tres minutos más cerca de esa hora, y ahí sigue.
“Es lo más cerca que ha estado desde principios de los años ochenta, cuando el temor a la guerra era muy serio. Debería ser algo más conocido y mejor comprendido. En aquella época la administración Reagan lanzó una operación concebida para poner a prueba las defensas rusas mediante la simulación de ataques, incluso de tipo nuclear. Se llamaba Arquero Capaz. Por aquel entonces se instalaron en Europa unos misiles balísticos Pershing II, más exactamente en Alemania, a entre dos y diez minutos del territorio ruso”
“Ya sabemos que, poco después, el sistema automático ruso detectó un aparente ataque nuclear masivo de Estados Unidos. El oficial al mando, Stanislav Petrov, también decidió dejarlo estar en lugar de transmitir la información a instancias más elevadas y, quizá, desencadenar un enfrentamiento nuclear de dimensiones colosales. Estos dos caballeros, Leonard Perroots y Stanislav Petrov, pertenecen a la lista de personas que han detenido, por cuenta propia, una guerra nuclear terminal”.
¿Qué pasaría si Vladimir Putin sigue perdiendo la guerra en Ucrania, que en la historia de los tiranos rusos equivale al final de sus reinados? ¿ Podría experimentar con armas nucleares pequeñas? ¿y quién ha dicho que después no se usen los misiles de cruceros con cabezas nucleares, que albergan la peligrosa posibilidad de adaptarse al uso en el campo de batalla, y al que ni las cucarachas les sobreviven?
Pero mientras estamos en vilo por tamaña amenaza, surge otra que nos deja vivos, pero con serias dificultades económicas: un nuevo estudio del Banco Mundial advierte que el encarecimiento de las tasas de política monetaria por parte de los bancos centrales, nos lleva directo y en vivo al abismo económico.
Paul Krugman compara lo que está ocurriendo con un frenazo, después de venir a alta velocidad, que hace que nos lleve el vehículo que viene detrás. Han sido rebajadas las expectativas de crecimiento para el año 2023 y todo pinta inflación, escasez y hambrunas.
A las amenazas nuclear y económica, se agrega la ambiental, que nos está obsequiando los fenómenos más devastadores que se hayan presentado en muchos años, mientras que el tema de la guerra , ha desplazado la agenda ambiental que es una de las grandes prioridades del siglo XXI, si seguimos el curso natural de vida.