El socialdemócrata Bernardo Arévalo debe asumir mañana domingo la presidencia de Guatemala tras enfrentar una incesante arremetida judicial que atribuyó a su promesa de rescatar la frágil democracia guatemalteca de la élite corrupta que según él se aferra al poder.
Este exdiplomático y sociólogo de 65 años, que denunció esa ofensiva como un intento de «golpe de Estado», será juramentado en el Teatro Nacional en una sesión solemne del Congreso que le será adverso.
Desde que pasó en junio al balotaje contra todo pronóstico, sorteó los intentos de la Fiscalía por levantar su inmunidad y anular el resultado electoral, pero deberá encarar la suspensión de su partido Semilla y el riesgo de que sus diputados tengan poco margen de maniobra.
Respaldado por Estados Unidos, la Unión Europea, países latinoamericanos y organismos internacionales, Arévalo relevará al derechista Alejandro Giammattei, a quien sus seguidores acusan de aupar a la fiscal general Consuelo Porras, punta de lanza de la embestida judicial.
La tarea le será inmensa. «Gobernará coexistiendo con la fiscal que» lo «ha atacado» y «afectado la democracia a niveles inimaginables», afirmó a la AFP Edie Cux, director de Acción Ciudadana, versión local de Transparencia Internacional.
Arévalo despertó enormes expectativas en una sociedad hastiada de la corrupción, azotada por la violencia de las pandillas y del narcotráfico, y donde seis de cada diez guatemaltecos vive en pobreza.
«Estamos a punto de empezar un nuevo capítulo en la historia de Guatemala», dijo Arévalo en la red social X, antes Twitter, en la víspera de su investidura.
– «Reconstruir la democracia» –
Hijo del primer presidente democrático de Guatemala, Juan José Arévalo (1945-1951), gestor de reformas sociales, el futuro gobernante prometió cerrar el grifo de dinero público que ha enriquecido a las élites, mientras la población pasa penurias.
Uno de cada dos niños menores de cinco años sufre desnutrición, y el analfabetismo es del 18%. La mayor economía de Centroamérica expulsa cada año a decenas de miles en busca de trabajo en Estados Unidos, cuyas remesas ayudan a sostener el país (20% del PIB), según datos oficiales.
Rafael Pérez, un diseñador gráfico de 42 años, dijo a la AFP que no espera un «cambio drástico» en el país con la presidencia de Arévalo, pero sí hay «esperanza que se puedan crear las bases para un mejor futuro».
Pero para avanzar en lo social, según Arévalo, debe comenzar la «lucha sostenida y gradual» por rescatar instituciones que dice fueron «cooptadas» por las «élites corruptas», como la Fiscalía y los tribunales.
Su estrategia incluye la creación de una comisión que proponga reformas para frenar el enriquecimiento ilícito y el clientelismo político en una Guatemala que ocupa el puesto 30 en el ranking de corrupción de Transparencia Internacional, de 180 países.
«Le toca una tarea importantísima e impostergable de reconstruir la democracia» y lograr la gobernabilidad, comentó a la AFP el exprocurador de Derechos Humanos, Jordán Rodas, exiliado en Washington.
Su experiencia en resolución de conflictos, dice Rodas, puede ayudar. Arévalo también es filósofo, estudió en Israel y Países Bajos y habla cinco idiomas.
Nació en Montevideo y vivió de niño en Venezuela, México y Chile, en el exilio de su padre tras el golpe de Estado orquestado por Washington contra el progresista Jacobo Árbenz (1951-1954).
– Un presidente «emboscado» –
Durante meses se temió que los embates de la Fiscalía, que incluso allanó sedes del tribunal electoral y decomisó papeletas de votación, impidiera que Arévalo tomara el poder.
En el camino quedaron varios detenidos y exiliados, un pila de acciones legales a favor y en contra de Arévalo, y una batería de sanciones de Washington contra fiscales, jueces, funcionarios y unos 100 diputados a quienes señaló de corrupción y de socavar la democracia.
La Corte de Constitucionalidad debió exigir garantías para el traspaso de mando, e incluso el jueves otorgó un «amparo» a la vicepresidenta electa, Karin Herrera, ante rumores de una orden de captura.
Arévalo afirma que de las primeras cosas que hará como presidente será pedir la renuncia de Porras. Pero los analistas advierten que la ofensiva en su contra está lejos de acabar.
«Van a tener al presidente emboscado, al primer descuido querrán levantar su inmunidad y destituirlo», afirmó a AFP Manfrendo Marroquín, cofundador de Acción Ciudadana.
En su ruta a la investidura, Arévalo tuvo el apoyo decisivo de los jóvenes, muy activos en redes sociales, y los indígenas (40% de los 17,8 millones de guatemaltecos), que protestaron por más de 100 para exigir la renuncia de Porras.
Pese a que prevé que la ofensiva en su contra seguirá, Arévalo dijo en diciembre a la AFP que gobernará sin «miedo».
AFP