SANTO DOMINGO.- Los recuerdos de las lluvias de noviembre de 2022 y 2023 se mantienen vivos y como fantasmas perturban a los residentes del Paseo de la Gracia de Dios en Los Ríos, Distrito Nacional, Para esta gente, los nublados auguran desgracias y los aguaceros despiertan traumas y temores.
Después de las torrenciales lluvias, esta calle no es la misma. Decenas de casas fueron abandonadas por sus inquilinos incluso por propietarios que prefieren pagar el alquiler de una humilde vivienda fuera de allí que repetir la pesadilla del 4 de noviembre de 2022 y del 18 de noviembre del 2023 en la que murieron unas 40 personas.
Es la historia de Rufino Hernández, mejor conocido como El Gringo, quien tras los daños generados a su vivienda por los disturbios de noviembre del pasado año, abandonó su propia casa y paga 9 mil pesos de alquiler.
En conversación con elCaribe, afirma que en un corto perímetro unas cincuenta casas fueron abandonadas por temor a inundaciones. Muchas permanecen vacías y llenas de escombros y lodo como si se tratara de una película de terror.
“Estas viviendas están abandonadas por las inundaciones. No hay quien viva en ellas. Las personas aquí han abandonado sus casas”, dice mientras muestra las marcas y rastros de tierra a lo interno de las edificaciones anegadas en los aguaceros de noviembre.
Durante el recorrido, mostró unas diez casas abandonadas en un perímetro de aproximadamente cincuenta metros cuadrados. Se detiene y dice “mire esa casa, la dueña está pagando alquiler porque no puede vivir en ella”.
Una solución peligrosa
En tanto, los que se quedaron buscan alternativas no recomendadas, para, a su modo, contrarrestar otra eventual inundación. Cada día son más las viviendas con muros con altura de hasta cinco líneas de block colocados en los frentes y puertas como si se tratara de una especie de encajonamiento o muro de contención.
Pero lejos de protegerlos, está débil construcción eleva el riesgo en esta zona vulnerable por donde cruza una cañada que, pese a ser intervenida en esta gestión gubernamental, con las condiciones climáticas adversas, ha demostrado ser un enemigo inclemente.
Ese 18 de noviembre no se borrará de sus mentes. Las historias son escalofriantes y como reza la expresión popular algunos “están vivos para contarlo”.
“Las lluvias llegaron casi al caballete de mi casa de zinc. Estaba ahí y tuve que sacar a mi mujer bajo agua. No me fui antes porque pensé que era una agüita leve”, narra El Gringo.
Aquí, las lluvias de noviembre no solo anegaron las viviendas y arrasaron con los enseres y propiedades de personas humildes y trabajadoras, también ahogaron la poca esperanza de los moradores en sus autoridades para la solución del problema.
Desesperanza, temor y dolor
Josefa Ovalle es una viuda de 72 años a las que las pasadas inundaciones de noviembre le destruyó su pequeño puesto de ventas de vegetales y víveres, sumiéndola en la miseria y desesperanza, que cada día consume su salud.
“Yo tenía un ventorrillo y el agua me lo sacó todo afuera. Ahora estoy recogiendo botellas… Cada vez que veo un nublado, los nervios me matan, ¡No puedo más!”, exclamó.
Pluviofobia: el miedo a las lluvias
Pero no es la única que ha desarrollado este tipo de pánico, que los expertos denominan “pluviofobia” que se define como el trastorno de ansiedad basado en el miedo a la lluvia.
Con una marcada animadversión a la prensa, la hermana de esta viuda, quien además es pastora evangélica en la comunidad, conversa de manera escueta con este medio.
“En esta tierra, el hombre promete y no hace nada, a quien yo le creo es al Dios del cielo. Qué hago yo con contar mi problema cuando no me pueden ayudar”, puntualiza mientras se dispone a abrir las puertas de un pequeño local que funciona como iglesia.
Esto tras salir de su estrecha tienda de variedades (Fantasía), en cuyo frente o entrada levantó una pared a manera de contener las escorrentías que dejan los aguaceros para esta época.
“Nunca había perdido lo que he perdido ahora (en las lluvias de noviembre del 2023)”. Señala y dice “esa puerta me barrió el negocio entero y todos los equipos de la iglesia se lo llevó la cañada”,
Con notable malestar pregunta ¿Vino alguien a traerme aunque sea una vela para que me alumbre?, una crítica directa al gobierno.
Agrega “Yo vivo con todo encaramado y ayer (pasado miércoles) me levanté a recoger y ahora es que estoy bajando (los enseres)”.
Este estado de nerviosismo la consume desde el pasado 18 de noviembre. “Yo vivo en una segunda y faltaron dos escalones (para que la lluvia alcanzara ese nivel) y los vecinos nos sacaron por la ventana”, recuerda. A pesar de los riesgos, también se sumó a la tendencia de bordear su entrada con pared de block. “Hice ese muro hace tres meses y ese mismo día cayó esa agua. El día que lo hicimos, bajó esa cañada y se explotó el muro por la presión del agua, y casi nos mata”.
Un triste recuerdo
Con un acumulado de 265 milímetros de agua, las lluvias del 4 noviembre del 2022, que se estacionaron por cuatro horas, sorprendieron a los habitantes del Gran Santo Domingo sembrando el pánico y cegando la vida de nueve personas, además de pérdidas millonarias.
Estiman que los daños ocasionados por estas inundaciones rozaron los 1,000 millones de pesos.
De acuerdo con el presidente de la Cámara Dominicana de Aseguradores y Reaseguradores (Cadoar), James García Torres, al menos 610 vehículos asegurados resultaron afectados, además de algunos negocios y viviendas.
Cumplido el año, el 18 de noviembre del 2023, torrenciales aguaceros con acumulados de 431 milímetros de agua volvieron asolar la ciudad y con mayor fuerza dejando una estela de muertes y daños por doquier.
Según reportes del Centro de Operaciones de Emergencia (COE), 30 personas murieron, entre ellos nueve a raíz del derrumbe en el túnel de la 27 de Febrero con Máximo Gómez. Producto del disturbio, resultaron 3,571 viviendas afectadas, 22 destruidas, 17,855 desplazados, 879 albergados y 45 comunidades aisladas.
La pared de la muerte
Entre los municipios más impactados estuvo Santo Domingo Oeste, donde aún se habla de la muerte de tres personas que resultaron ahogadas por las aguas arrasadoras provenientes de una cañada, que terminó en el derrumbe de una pared.
“Tras lo que comenzó como una leve inundación en la calle Blasina Campusano, (sector de Manoguayabo) se convirtió en cuestión de minutos en una catástrofe que dejó bajo agua las casas de dos y tres niveles de Jorge Alberto del Pozo y de Nicolás Vidal de Jesús, que fallecieron mientras intentaban salvar a sus familias” narra la reportera María Ramos en su reportaje “Héroes que nacen y mueren con las tragedias”.
De acuerdo con el relato, “en la casa del señor Vidal al momento de la tragedia estaban su esposa y sus hijas, quienes clamaban de manera angustiosa por ayuda al ver la fatídica inundación que las arropaba y fue en ese momento cuando los vecinos fueron a socorrerlas.
Tras una lucha constante por rescatarlas lograron sacarlas. No obstante, Nicolás Vidal al saber que su madre estaba en la habitación no quiso salir junto a su esposa e hijas y fue en busca de su progenitora más no logró salir con vida de allí”.
En la víspera del primer y segundo aniversario de las lluvias de noviembre de 2022 y 2023, elCaribe volvió a la calle Blasina Campusano, donde aún no se ha podido levantar “la pared de la muerte”.
Los lugareños se oponen a que la pared que servía de muro divisorio con el Residencial MDL West Towers se erija hasta tanto se presente una notificación que avale que se realizó un plan para el correcto desagüe.
Entre los que se oponen está Harol del Jesús, hija de una de las victima mortales, quien asegura persisten los mismos riesgos que crean las condiciones para que ocurra otra desgracia. Luce muy convencida de que detrás de esa fatídica pared se esconden intereses y poder.
“Yo no estaba aquí ese día pero mis hermanas no pueden estar aquí cuando está así (nublado)”. Mi hermana mayor, ella no viene aquí aun estando soleado. Es un trauma muy fuerte”, expresa.
De su lado, el señor Juan Genere, cuyo negocio de compra y venta de vehículos colinda con esta pared, dice sentirse agradecido por mantener la vida y busca reponerse de las pérdidas económicas que estima ascienden alrededor de 15 millones de pesos en daños a vehículos y propiedad.
Urbanista atribuye inundaciones a deficiencia en drenaje
Las lluvias extremas de los últimos noviembres en la ciudad de Santo Domingo desbordaron la capacidad instalada de un deficiente y limitado sistema de drenaje pluvial.
Lo ocurrido pone en relieve una olvidada problemática que algunos consideran “un problema invisible”, pero que salta a la vista cuando las fuertes escorrentías no encuentran su curso y arrasan con todo.
Hasta el momento no hay un diagnóstico exacto actualizado sobre las redes de drenaje existentes en el Distrito Nacional, cuya cobertura se estima que abarca solo entre el 25 y un 35 por ciento de esta demarcación. “El tema del drenaje pluvial en Santo Domingo es crucial debido a las inundaciones recurrentes que enfrenta la ciudad durante las lluvias”, advierte urbanista Marcos Barinas.
DIANA RODRIGUEZ-EL CARIBE