POR JULIO MARTINEZ POZO.- El animal symbolicum que describe Giovanni Sartori en su ensayo titulado “Homo Videns” no arranca con la explosión del efecto demostración y la cretinización que maximizan las redes sociales, por lo tanto, no es atributo exclusivo de la llamada generación Z, la de los nativos digitales.
Ese ser humano del que trata Sartori es aquel que ha dejado en absoluto abandono la racionalidad: “pierde el ejercicio de la abstracción (pensar, razonar conceptos desde la información) pierde la racionalidad y se convierte en un animal simbólico.
Es un fruto de la explosión demográfica que arrastra el sujeto social que José Ortega y Gasset presenta en “La Rebelión de las Masas”, que la escribe después de observar que el crecimiento poblacional experimentado por Europa no venía solo.
De 180 millones de habitantes que acumuló el viejo continente del siglo IV al XVIII, pasó a 460 entre el 1800 y el 1914. En esa vuelta llegó un sujeto social con las siguientes características: “El hombre masa es un tipo histórico bien particular, que se caracteriza por acceder a todos los beneficios de la civilización sin reparar en los esfuerzos que fueron necesarios para que esta viera la luz.
Sobrepasado por los beneficios materiales que la modernidad le confiere, como frutos que caerían de un árbol por si mismos, el hombre en cuestión pierde de vista la excepcionalidad de su entorno”. Un adelanto tecnológico que nos acompaña desde mediados del siglo anterior aplanó el terreno sobre el que el internet y las grandes empresas tecnológicas se han servido con la cuchara grande, y que su principal virtud ha sido la de atrofiar la capacidad de pensar: la televisión. ¿Por qué no citar radio que fue antes?
En Homos Videns se explica:
“La radio es el primer gran difusor de comunicaciones; pero un difusor que no menoscaba la naturaleza simbólica del hombre. Ya que, como la radio “habla” difunde siempre cosas dichas con palabras. De modo que libros, periódicos, teléfono, radio son todos ellos -en concordancia- elementos portadores de comunicación lingüística”.
“Es la televisión la que modifica primero, y fundamentalmente, la naturaleza misma de la comunicación, pues la traslada del contexto de la palabra (impresa o radiotransmitida) al contexto de la imagen. La diferencia es radical”.
“No podría describir mejor al video-niño, es decir, el niño que ha crecido ante un televisor. ¿Este niño se convierte algún día en adulto? Naturalmente que sí, a la fuerza. Pero se trata siempre de un adulto sordo de por vida a los estímulos de la lectura y del saber transmitidos por la cultura escrita. Los estímulos ante los cuales responde cuando es adulto son casi exclusivamente audiovisuales. Por tanto, el video niño no crece mucha más. A los treinta años es un adulto empobrecido, educado por el mensaje”.
Para la crianza de los nativos digitales las cosas se han tornado más complicadas, porque los padres podían controlar la hora en la que se apagaba el televisor y presionar más por la realización de las tareas escolares, pero es sumamente difícil hacerlo con las tabletas y los smartphones.
Por cada hijo se crían dos, y los padres también tenemos doble personalidad: la de nuestra realidad y la del perfil que construimos a través de las redes sociales, en la que proyectamos bienestar y en la que el lugar que ocupamos en la sociedad está atado a la ostentación
Detrás de lo bonito que se proyecta vive un infierno.