Ante otra crisis

POR JULIO MARTINEZ POZO.- En principio concuerdo con la evaluación presentada por las autoridades monetarias del país para despejar temores sobre un posible impacto de las quiebras de dos bancos estadounidenses, que hacen recordar la crisis financiera del 2008, cuando se vino abajo un banco demasiado grande para quebrar: Lehman Brothers. Ahora ha ocurrido con Sillicon Valley Bank y Signature Bank.

La Junta Monetaria se reunió de inmediato para analizar las consecuencias y visualizó que no hay interconexiones directas entre las entidades quebradas y la banca dominicana, que además cuenta con provisiones de liquidez y de capital cuatro veces superiores a las de los préstamos de altos riegos.

Los bancos múltiples dominicanos tienen un coeficiente de morosidad de apenas 1.0%; un índice de solvencia de 15.3% a diciembre de 2022, muy superior al 10% fijado por la Ley Monetaria y Financiera. Lo propio se avala con las reservas internacionales de divisas.

Pero aunque no existan interconexiones directas, no hay ocurrencia en el terreno de la economía que se quede aislada, encapsulando la afectación sólo en áreas específicas.

En total, la crisis del 2008 empujó a la quiebra a veinticinco bancos, incomparable con apenas dos que se han ido al precipicio recientemente. Pero los dos quebrados en 2023 muestran un mayor volumen de recursos que los veinticinco anteriores.
Hay un elemento sobre el que no se debe apartar la atención: las subidas de las tasas interés que con la Reserva Federal de los Estados Unidos a la cabeza han estado auspiciando los bancos centrales del mundo con la finalidad de contener la inflación

Ese factor, en el caso de los bancos quebrados afectó considerablemente sus respectivas carteras de bonos del tesoro de los Estados Unidos, cuya valoración disminuye o se aprecia en función del costo del dinero. Sillicon Valley tenía una cartera de bonos colocados a tasas próximas a la mínima, que con las subidas de los intereses abaratan sus costos.

Esa ha sido una de las causas del colapso, y, lamentablemente, es una que no es exclusiva de algunos bancos, sino que los afecta a todos.

El presidente Joe Biden y sus principales funcionarios han colocado sus mejores esfuerzos en tratar de evitar un colapso sistémico, garantizando los ahorros de los depositantes sin llegar a los despliegues del 2008, en las que los principales responsables de las quiebras bancarias salieron premiados.

Los resultados tal vez hayan ahorrado cosas peores, pero no han sido suficientes para evitar una propagación de la crisis y evidencia de su impacto ha sido lo ocurrido con el banco Credit Suisse, que se ha mantenido en pie por una rápida intervención del gobierno suizo que lo reforzó con recursos suficientes para responder a todos los que acudieran a buscar sus depósitos .

La pregunta en lo adelante será la de determinar si se mantiene la prioridad en vencer el potro de la inflación o se privilegia la salud del sistema bancario, a sabiendas de que la inflación es el peor impuesto que se ponga a pagar a los pobres, pero que las quiebras bancarias también tienen un impacto inflacionario que lo padecen en mayor medida los desvalidos económicos.

Aunque varios factores hacen muy diferente la crisis actual a las del 2008, porque los préstamos a emprendedores tecnológicos , no abarcan los que se hacían a todo el que quisiera adquirir los prestamos llamados subprime, vivimos en circunstancias muy volátiles , tratando de subsanar aún las secuelas del Covid19.

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