Imaginamos que Mikhail Prokhorov deberá sentir orgullo y celos a partes iguales, al comprobar que son otros y no él quien se acerca más al que, una vez, fue su sueño.
Cuando en 2010 la NBA le autorizó para hacerse con el control total de la franquicia de Brooklyn Nets, el magnate lo tuvo claro: imaginó a lo grande, y en cuanto tuvo la oportunidad todos los fichajes se hicieron en clave de megaproyecto. Erigir un superequipo sostenido en jugadores de garantías y sus cortavientos plagados hasta los topes de parches All-Star. El problema es que la maniobra llegó tarde: Paul Pierce, Kevin Garnett, Joe Johnson, Deron Williams, Andrei Kirilenko… una plantilla de videojuego pero que estaba a punto de ser retirada de los escaparates de venta. Las piernas llegaron a los playoffs cansadas, y el sueño pronto se esfumó.
El Equipo ‘C’ de un All-Star Game
Los Nets de 2020/21, son otra historia. Son, de hecho, una verdadera locura, capaces de competir en talento y prime con la de Golden State Warriors Steph, Klay, Durant, Green y (no lo olvidemos) Iguodala.
Pues bien, los Nets ya tenían a sus trío de mega cracks (Durant, que repite, Irving y Harden) y su factor X como lo era Green en Oakland pero no a modo de líder férreo y creador two-way, sino en clave de pistolero: Joe Harris. Les faltaba el quinto. El que sin ser una gran estrella pero era capaz de aportarte algo distinto. Único. Y sin tener absolutamente nada que ver en cuanto a sus perfiles, con ese rol (o esa pretensión al menos) es con la que aterriza Blake Griffin en el vestuario. Un ex All-Star y ex candidato incluso al MVP cuando fue traspasado de Clippers a Pistons (2018) justo cuando estaba practicando el mejor baloncesto de toda su carrera y era capaz de prácticamente todo sobre la pista de baloncesto.
Ahora, por el contrario, está irreconocible. Las noches pasando desapercibido se han sucedido una tras otra en lo que va de curso, y en mitad de ese ostracismo, y sin ningún aliciente competitivo, los Pistons han decidido cortarle para hacer más agónico y duradero pero menos doloroso su descomunal salario. Y Blake, cuyo cartel se ha devaluado pero la esperanza no está toda perdida, acaba de convertirse (Shams Charania de The Athletic en primicia), confirmando los últimos rumores, en ese jugador que, de revivir aún en calidad top manta su versión de hace dos años, cuesta creer que haya un sólo equipo en la NBA que pueda parar a estos Booklyn Nets.
Como era de esperar, nadie lo ha reclamado a él ni su remolque de 30 millones de dólares, y en cuanto han transcurrido las 48 horas del periodo de waivers, jugador y equipo han llegado a un acuerdo que, probablemente, se cierre mediante la mid-level excepcionde la que aún disponen los Nets, por valor de 5,7 millones.
El reto de Nash
El ala-pívot viene promediando 12,3 puntos, 5,2 rebotes y 3,9 asistencias, con flojísmos porcentajes de acierto en el tiro: 36,5% de campo, 31,5% en triples. Steve Nash tiene trabajo y, a su vez, un apasionante reto por delante.
Por cierto, vuelve a reunirse el dúo interior de los Clippers, pues en Brooklyn también juega DeAndre Jordan, y aquí no tienen a Chris Paul pero sí a Harden para surtirles de balones. ¿Bienvenidos de vuelta a Lob City 2.0?