Cambio de mentalidad

POR JUAN ARIEL JIMENEZ.- En el artículo anterior vimos cómo la República Dominicana, que durante décadas fue la economía más dinámica de América Latina, hoy se ha convertido en una de las más lentas de la región. Analizamos también cómo parte del problema viene de una mentalidad equivocada de los tomadores de decisiones, especialmente en lo que respecta al papel del Estado en el desarrollo.

Hoy continuamos esa reflexión, porque esta nueva era de debilitamiento económico tiene mucho que ver con una errada visión del rol del Estado en el desarrollo productivo.

Históricamente, los Estados que más han impulsado el desarrollo económico lo han hecho cumpliendo tres funciones básicas: construir infraestructura, corregir fallas del mercado, proveer insumos públicos de calidad y facilitar la actividad empresarial.

Para ser justos, hay que reconocer que este gobierno ha puesto empeño en facilitar la actividad empresarial. No hacerlo sería injusto. Pero también hay que reconocer que ha fallado rotundamente en proveer los insumos públicos que hacen posible el desarrollo: carreteras, caminos vecinales, hospitales, presas, escuelas, puentes.

Y es que parece que este gobierno cree que la política de Estado se limita a ser populista en el gasto fiscal y complaciente con el empresariado, como si la política de desarrollo productiva se limitara a ser una vellonera que pone el disco que le piden los grupos empresariales en cada momento.

Populismo con deuda

Los datos hablan por sí solos. Según la CEPAL, entre 2018 y 2024 el gasto corriente del gobierno dominicano aumentó 3.4 puntos porcentuales del PIB, un salto enorme que nos coloca casi empatados con Panamá y solo superados por Colombia. Este ha sido uno de los mayores incrementos del gasto corriente en América Latina en los últimos treinta años. Pero hay una gran diferencia: mientras otros países como Bolivia, Ecuador o Venezuela aumentaron el gasto aprovechando el boom de precios de sus exportaciones, en nuestro caso ha sido a punta de deuda y adelantos, una especie de populismo tomado fiado. En otras palabras, esta aventura populista del PRM ha sido más irresponsable que las del llamado “socialismo del siglo XXI”, porque al menos aquellos gastaron sobre un colchón de ingresos extraordinarios por sus materias primas; aquí se ha hecho sobre un colchón de préstamos.

El abandono de la inversión pública

A medida que el gobierno ha ido creando el modelo socialista de Estado dominicano, la inversión de capital ha caído. Según la CEPAL, la inversión pública se ha reducido en 0.6 puntos del PIB, lo que nos coloca entre los cuatro países con mayor disminución de toda la región.

Como consecuencia, hoy el gasto en infraestructura ni siquiera alcanza para mantener lo ya construido. No es casualidad que se nos caigan los puentes de la 27 de Febrero o que haya que traer barcazas de Cuba para generar electricidad.

El gobierno ha dejado de construir un mejor país para dedicarse a expandir el clientelismo estatal. La construcción de escuelas se sustituyó por bonos; la de hospitales, por contratos extraños en SENASA; las estancias infantiles, por “cariñitos” a un millón de madres; y el crecimiento económico, por la “brisita navideña”.

En resumen: se dejó de invertir en el futuro para gastar en el presente. Se cambió la creación de empleos por la creación de dependientes. Se sustituyó el progreso por el aplauso momentáneo.

Y así, poco a poco, nos estamos acercando a una nueva era de mediocridad económica, en la que el país deja de avanzar y se conforma con sobrevivir. Como popularizó Javier Milei: pan para hoy, hambre para mañana.

Pero hay esperanza

No todo está perdido, todavía hay tiempo para cambiar el rumbo. Lo que necesitamos es una nueva mentalidad: una mentalidad de desarrollo productivo, donde el Estado vuelva a ser constructor, corrector y facilitador, no un simple repartidor de favores a unos y a otros.

Necesitamos un gobierno que invierta en infraestructura, en educación, en innovación y que promueva la creación de empleo digno, no un gobierno que se enfoque en clientelismo. Necesitamos un liderazgo que piense más en el país que en la campaña permanente. Un liderazgo más enfocado en acciones que transformen realidades, menos obsesionado con fotos y videos para las redes.

República Dominicana tiene talento, capacidad y energía de sobra para a ser una economía dinámica. Lo hemos sido en el pasado, y podemos serlo en el futuro. Pero nos falta dirección, visión y decisión política. Y para esto, es clave lo que en la historia ha demostrado que transforma las naciones en momentos claves de su trayectoria: un cambio de mentalidad.

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