Cuando el campesino español Josep Altarriba contempla sus campos resecos, no recuerda otra sequía tan generalizada en Cataluña. Si no llueve en las próximas dos semanas, dice, habrá escasas posibilidades de salvar la cosecha.
¿Qué hacer? Para los habitantes de la comunidad montañosa de L’Espunyola, la respuesta es apelar a la intervención divina.
El domingo, unos 250 pobladores resucitaron la antigua práctica de oficiar una misa especial y realizar una procesión para rezarle a Nuestra Señora de Torrents, una virgen local asociada con la lluvia.
Bajo un cielo soleado, los feligreses alzaron la estatua pintada de su lugar prominente en la iglesia. La colocaron en una plataforma de madera entre ramas verdes, la alzaron y la pasearon por la aldea, seguida por el obispo y los parroquianos.
“No es un acto de magia, es un acto de confianza”, dijo el obispo Francesc Conesa a The Associated Press.
La escasez de lluvias y las altas temperaturas en los últimos tres años colocaron a España oficialmente en una sequía de largo plazo al fin del año pasado, que fue el más seco y caluroso desde 1961, cuando se empezaron a llevar estadísticas.
Cataluña, en el noreste del país, es una de las regiones más afectadas. El agroturismo y la agricultura son las principales fuentes de ingresos para los 260 habitantes de L’Espunyola, ubicada a una hora y media al norte de Barcelona.
“Si no llueve en un máximo de dos semanas, es muy complicado explicar la situación que podemos llegar a tener”, comentó Altarriba después de la misa.
El concejal y bombero Eduard Perarnau describió la misa como un último recurso. El gobierno municipal ha restringido el consumo de agua y pedido a los agricultores que usen el mínimo indispensable para regar cosechas y árboles.
Las tres represas de la zona están a menos de un tercio de su capacidad. La Baells está en el 25%, y en algunos lugares pasa apenas un chorrito de agua por la tierra que antes estaba bajo el agua.
La última vez que la aldea alzó oraciones e himnos a Nuestra Señora de Torrents fue en 2008, según la prensa local. Y funcionó: las lluvias llegaron poco después.
Pero esta vez, el obispo no garantiza que sucederá.
“Nosotros con esa confianza le pedimos al Señor que venga la lluvia para que riegue nuestros campos”, manifestó Conesa.
AP