POR JULIO MARTINEZ POZO.- Quiero hallar explicación a la publicación periodística de la versión de la investigación privada dispuesta por David Ortiz para conocer ¿qué lo hizo objeto de un atentado que le pudo haber costado la vida el 9 de junio de 2019 en un bar de Santo Domingo?, que contradice, en lo fundamental, la teoría fáctica de la Policía Nacional y del Ministerio Público dominicanos.
Para nada interviene en la suerte de los confesos autores materiales, porque la idea de que fueron contratados para cometer un crímen y lo materializaron es incontrovertible, por lo que la nueva versión no atenúa la condena de la que pudieran ser objeto.
Lo que las especulaciones en base a las que está razonada la explicación del investigador Eduard Davis, tratan de lanzar por el suelo, es la denominada autoría intelectual, que en el expediente que se sigue en República Dominicana se orienta en las presuntas razones que tenía el prófugo y reconocido narcotraficante Alberto Miguel Rodríguez para disponer del asesinato de Sixto David Fernández, la persona a las que el sicariato había confundido con David Ortiz.
¿Por qué ese mismo investigador aseguró a finales de 2019 que sus pesquisas coincidían con la de la versión de las autoridades dominicanas, y ahora expresa contradicción?
¿No tenía elementos que consiguió después? ¿Si es así cuáles fueron? ¿O la nueva versión es más apetecible para un guionista de Netflix que la oficial, que hasta ahora resulta mejor fundamentada?
Resulta que había dado apoyo a la versión oficial para preservar la seguridad de su contratante, mientras el señor César Emilio Peralta no tuviera bajo control de las autoridades federales de los Estados Unidos, porque éste, según Davis, fue el que dispuso la muerte de Big Papi, por resentimos personales, envidia y celos.
Hay también un sustrato político de gran utilidad tanto para una zaga nexftlixiana como para el clima judicial dominicano: se ocultó la verdad para no padecer las consecuencias de la reacción de un capo que operaba con la supuesta protección del aparato estatal, que si lo acusaban haría revelaciones estremecedoras.
La verdad es que, si el antiguo inspector policial encontró nuevas pruebas o testimonios, se los ha dejado en reserva, porque lo publicado enturbia pero no remueve los cimientos de la teoría que pretende rebatir.
Hay elementos muy contundentes de la investigación oficial que siguen inalterables, como los del hecho de una vieja relación entre autores materiales y los sindicados autores intelectuales, algunos de los cuales coincidieron en prisión, como fueron los casos de los nombrados Carlos Nike, Alberto Rodríguez Mota (cárter del golfo) y José Eduardo Ciprián, alias Chucky, que fue el contratante de la estructura que ejecutó el atentado
“Evidencias recolectadas de los dispositivos de comunicación móviles de varios implicados evidencian dos aspectos críticos de la cronología de los hechos: una descripción de la ubicación de la mesa donde se encontraba el verdadero objetivo y su tipo de vestimenta, y una fotografía de escasa iluminación tomada minutos antes del ataque por el criminal Alberto Miguel Rodríguez Mota, y en la que, por la disposición de varios objetos interpuestos en primer plano cubriendo la parte inferior de su cuerpo dan la apariencia de que el pantalón que viste David Fernández fuese de color blanco, similar al que vestía David Ortiz”.
No creo que hubiera posibilidades de manipular la información, y, si se atenuaron aspectos propicios para el morbo, se hizo para proteger a David Ortiz.