Estados Unidos tiene un sistema único para elegir presidente: el Colegio Electoral. En los tiempos modernos, eso ha puesto una influencia enorme en manos de unos pocos estados que están divididos políticamente en proporciones casi iguales.
Eso obliga a las campañas a dedicar la mayor parte de su dinero a dichos estados. Este año son siete: Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Carolina del Norte, Pensilvania y Wisconsin.
La falta de atención a otros estados hace que los votantes de gran parte del país tengan la sensación de que ellos y los temas que les preocupan están siendo ignorados durante la contienda presidencial.
¿Qué es el Colegio Electoral?
Los votantes estadounidenses no eligen a su presidente directamente a través del voto popular, es decir, la cifra absoluta de sufragios nacionales recibidos por cada candidato. Cuando votan, lo hacen técnicamente por una lista de compromisarios que votarán al presidente y al vicepresidente un día concreto de diciembre.
Casi todos los estados tienen leyes que obligan a los compromisarios a votar por el ganador del voto popular de su estado, pero eso no significa que el candidato presidencial que obtenga más votos en el Colegio Electoral sea el que recibió la mayoría de los votos en las urnas.
En dos de las últimas seis elecciones presidenciales estadounidenses, los candidatos han perdido el voto popular a nivel nacional pero han ganado la presidencia. Esto incluye al expresidente Donald Trump, que perdió el voto popular frente a la demócrata Hillary Clinton en 2016 por casi 2.9 millones, pero aun así obtuvo suficientes votos en el Colegio Electoral para convertirse en presidente.
Esto suele parecer una locura a las personas que viven en democracias del resto del mundo. Estados Unidos es el único país que tiene un sistema en el que los votantes eligen a un cuerpo de compromisarios con la única función de elegir al presidente. En la mayoría de las demás democracias, el presidente es elegido directamente por la voluntad popular de los votantes.
Los compromisarios presidenciales de cada estado son iguales al número de sus representantes en la Cámara de Representantes y el Senado de Estados Unidos. Esto beneficia a los estados más pequeños y prepara el terreno para que las elecciones presidenciales dependan en gran medida de un puñado de estados indecisos.
Un candidato presidencial debe obtener la mayoría de los 538 votos colegiados totales para ganar (el Distrito de Columbia obtiene tres). La mayoría de los estados utilizan un sistema en el que todos los compromisarios otorgan sus votos al ganador popular del estado. Las excepciones son Maine y Nebraska, que otorgan sus votos de forma proporcional.
¿Hacia dónde se dirige la campaña presidencial?
El Colegio Electoral incentiva a las campañas presidenciales a centrar las visitas y el gasto en un pequeño número de estados indecisos.
Este año, los estados disputados representan el 18% de la población del país, pero han acaparado la atención de los candidatos presidenciales demócratas y republicanos y de sus compañeros de fórmula.
Hasta el martes, las candidaturas demócrata y republicana habían realizado algo más de 200 escalas de campaña, tres cuartas partes de ellas en los siete estados más reñidos, según una base de datos de mítines de campaña elaborada a partir de información de The Associated Press.
Pensilvania ha recibido 41 visitas, el mayor número de todos los estados. Los datos de AP indican que Michigan ocupa el segundo lugar, con 31 visitas hasta el martes, seguido de cerca por Wisconsin, con 27. El resto cuentan con, respectivamente: Carolina del Norte, 18 visitas; Nevada, 13 visitas; Arizona y Georgia 12 visitas cada uno.
Pero no se trata sólo de las visitas a los estados: las campañas presidenciales están adaptando sus actividades a condados específicos que consideran cruciales para su éxito. La base de datos de AP muestra que sus actos de campaña en esos siete estados se han concentrado en condados con 22.7 millones de votantes registrados, sólo el 10% de todos los votantes registrados a nivel nacional para las elecciones presidenciales de este año.
Waukegan, uno de los muchos lugares olvidados
La falta de atención de los candidatos presidenciales se deja sentir con intensidad en lugares como Waukegan, Illinois, una ciudad de clase trabajadora mayoritariamente latina que ha sufrido las consecuencias del cierre de sus fábricas y el deterioro de sus muelles.
A excepción de los actos ocasionales de recaudación de fondos en Chicago, los candidatos presidenciales pasan por alto a Illinois, que vota mayoritariamente por demócratas.
Su vecino del norte, Wisconsin, es una parada frecuente para los aspirantes presidenciales.
La última vez que un candidato presidencial pisó Waukegan fue cuando el expresidente Donald Trump aterrizó en su aeropuerto en 2020.
Bajó del Air Force One, saludó moviendo la mano en el aire e inmediatamente se subió a un todoterreno rumbo al otro lado de la frontera: a Kenosha, Wisconsin.
Pero en Racine, una ciudad de Wisconsin de un tamaño similar a solo 80 kilómetros (50 millas) al norte de Waukegan, Trump organizó un mitin en junio cerca de un puerto con vistas al lago Michigan, donde se deshizo en elogios sobre el desarrollo a lo largo de la orilla del lago, habló sobre los esfuerzos para revitalizar Racine y el área metropolitana de Milwaukee, y destacó la importancia de sus votantes en su intento de regresar a la Casa Blanca.
Apenas el mes anterior, antes de abandonar la contienda, el presidente Joe Biden había elogiado un nuevo centro de Microsoft en el condado de Racine durante una escala de campaña en la ciudad.
Los residentes de Waukegan dicen sentirse perdidos en la conversación nacional que se produce en el transcurso de las elecciones presidenciales y desearían poder estar también en el radar de los candidatos.
“No se trata tanto de los candidatos como del antidemocrático Colegio Electoral”, dijo Matt Muchowkshi, presidente de los Demócratas del Municipio de Waukegan. “Es frustrante que los votos de ciertos votantes cuenten más, y descarten y desacrediten los votos de los votantes más urbanos y más de la gente de color”.
AP