POR JUAN TAVERAS HERNANDEZ.- Me temo que pasarán los primeros cuatro años de Luís Abinader sin que ningún caso de corrupción haya adquirido “el carácter de la cosa irrevocablemente juzgada”. Dicho en otras palabras, sin que ningún imputado sea condenado haber terminado “el debido proceso” que tanto les gusta a los abogados, y, por supuesto, a los acusados.
En las cárceles dominicanas hay cerca de 28 mil presos -y aumentando-, la mayoría de escasos recursos. Alrededor del 60%, de manera preventiva, es decir, que sus casos no han concluido definitivamente. Los ricos difícilmente terminan en prisión en nuestro país y si lo hacen, es por muy poco tiempo.
Las cárceles dominicanas están hechas para pobres. No para ricos. Recordemos que para los acusados de la quiebra bancaria, hace unos años, las celdas fueron acomodadas de tal modo que parecían suites, con aire acondicionado, nevera, televisores, chef, camas cómodas, sábanas blancas, almohadas de pluma de ganso, facilidades para visitas cotidianas, salidas nocturnas a los mejores restaurantes, moteles donde pernoctar con sus amantes y fines de semana en lujosos resorts, entre otros privilegios. (Supongo que eso ha cambiado actualmente).
El gobierno del Partido Revolucionario Moderno va camino a su segundo año. El proceso de investigación ha sido lento porque las autoridades anteriores se ocuparon de corromper a todas las instituciones del Estado, incluyendo la justicia. La falta de transparencia en todos los estamentos de la administración pública ha impedido agilizar muchas pesquisas.
La cámara de cuentas del PLD no hizo las auditorias y las que hizo fueron apañadas para encubrir los delitos. El ministerio público anterior no investigaba nada. Al contrario, se corrompió de manera espectacular para garantizar impunidad. No en balde el exprocurador general de la República está preso.
Todos esos elementos, y otros, han dificultado y retrasado los procesos judiciales. Un poderoso andamiaje de bocinas, abogados y medios de comunicación, cómplices de lo sucedido, han convertido la justicia actual en un viejo y cansado elefante caminando en medio del desierto buscando agua para saciar su sed.
Terminará el segundo año de Luis Abinader, nos enrumbaremos al tercero y finalmente vendrá la campaña electoral. Y probablemente no hayamos condenado definitivamente a ningún corrupto y mucho menos expropiado sus ilícitos bienes.
Mientras tanto hay mucha gente durmiendo con ropa, temerosa de que le toquen la puerta, le allanen su residencia, oficina, finca o villa, y lo conduzcan como prevenido. Los escándalos de corrupción siguen apareciendo. Cada auditoria revela nuevos casos de saqueo que involucra al entorno del ex presidente Danilo Medina, que inexplicablemente no ha sido citado por el ministerio público.