Cuba y Venezuela

POR DANILO CRUZ PICHARDO.- Educación y salud son dos servicios básicos en los países del mundo, por lo que destinar importantes partidas económicas en esos sectores garantiza desarrollo, razón por la cual se le denomina inversión de retorno. Contar con óptimos niveles educativos siempre es importante, pero hay que tomar en cuenta que los jóvenes que acuden a las universidades –en procura de una profesión universitaria— también aspiran al ascenso social y económico, para mejorar condiciones de vida. Alcanzar remuneración adecuada, una vivienda y vehículo de transporte propios compensan esfuerzos de estudios de grado y postgrado que conllevan años.

Sin embargo, enfocado desde esa perspectiva, no resulta tan estimulante para los jóvenes cubanos dotarse de una profesión universitaria, porque los bajos ingresos les impide el alcance de metas. La alimentación es mala, un transporte público de la peor calidad y nunca llegan a contar con una vivienda propia. Además, carecen de derecho a expresar su pensamiento sobre la situación, porque sería atentar contra la revolución y exponerse a que se les califique de fascistas al servicio del imperio. Se corre el riesgo, inclusive, de ser apresado.

Es verdad que Cuba destina el 13.79% de su producto interno bruto al sector salud. Aunque el porcentaje luzca atractivo en los hechos no es mucho dinero si se parte de que el aparato productivo es pobre y las riquezas cubanas han ido en picada. Naturalmente, el sector salud en Cuba es prioritario, pero ya no es ni sombra de lo que era décadas atrás, porque carece de divisas para la adquisición de equipos modernos. Se admite, igualmente, que Cuba es de los países con mayor número de médicos per cápita del mundo, pero lo mejor que puede pasarle a un profesional de la salud es lograr salir de la isla, ejercer en otro lugar para poder llevar una vida digna.

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El Gobierno cubano ofrece el 9.39% del PIB en educación y un alto porcentaje de los jóvenes tiene profesión universitaria. Pero a esos muchachos no les espera un futuro promisorio en término de calidad de vida. Solo aquellos que logran escapar al exterior pueden exhibir progreso económico. Un informe del Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH) dice que el 89% de la población se encuentra en la pobreza extrema. ¿Esa es la revolución? Eso es terquedad y apego a un sistema que no funciona y para nada emulan los ejemplos de China o hasta de Vietnam.

Un fenómeno similar empieza a sentirse en Venezuela. Ese país invierte el 16% del PIB en educación y un alto porcentaje de los jóvenes venezolanos tiene profesión universitaria, pero no consigue trabajo debido a que no hay mercado laboral, a raíz de la destrucción del aparato productivo nacional. Los jóvenes que consiguen empleo necesariamente tienen que estar vinculados al Partido Socialista Unido de Venezuela, que lidera Nicolás Maduro bajo la bandera de la Revolución Bolivariana, iniciada por Hugo Chávez en 1999.

En Venezuela apenas se destina el 1.35% del PIB al sector salud. Los equipos son obsoletos y el país está desabastecido de medicamentos.

Enfermarse en Venezuela es un riesgo enorme. Se estima que el Producto Interno Bruto de Venezuela se ha reducido en un 80% en los 25 años de Revolución Bolivariana, lo que ha motivado que 7.7 millones de habitantes haya salido corriendo hacia otros países, fundamentalmente de la región.

Todo apunta a que la crisis política venezolana, agravada con los turbios resultados electorales del 28 de julio, tiende a repercutir negativamente en lo económico y en lo social, por lo que se espera incremento del éxodo.

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