De nuevo la profanación de tumbas

POR CRISTHIAN JIMENEZ.- En las guerras, sumun de la irracionalidad humana, se destruye la vida y se “respeta” a los muertos. La aniquilación es celebrada; la profanación, inaceptable. Las treguas permiten el “gesto humano” del intercambio de cadáveres.

En tiempos de paz convencionalmente se respeta la vida, aunque existan riesgos dependiendo del lugar del globo en que uno se encuentre. La violencia social, empero, está presente y aporta importantes estadísticas luctuosas.

En República Dominicana la intolerancia y violencia verbal abona la social y se intranquiliza a los vivos y se irrespeta a los muertos.

Los cementerios, en sentido general, lucen menos sucios (limpio, en el caso del camposanto de la Máximo Gómez) y con mejor iluminación, pero la seguridad de los vivos y la tranquilidad de los difuntos es tarea pendiente.

De nuevo han surgido denuncias sobre profanación, asaltos y extorsión contra personas que acuden a entierros o que procuran la limpieza de tumbas de parientes.

En el cementerio Cristo Redentor hay “tecatos” (adictos a drogas duras) que obligan a los asistentes a entierros a entregarles dinero para “garantizarles” plena seguridad en la ceremonia.

Identifican dolientes cercanos a los fallecidos, con perfiles “conservadores, decentes”, según me explicaron, para “garantizarles que delincuentes no intranquilicen, ni asalten”. El “acuerdo” involucra sumas que cubran a los numerosos integrantes de la banda.

“Cuando se aproximan sientes que algo va a ocurrir… La actitud es aparentemente tranquila, pero nada amigable”, me dijo un asistente.

Las autoridades del cementerio nada hacen cuando denunciamos, explicaron. En reportajes de hace varios años, los responsables de seguridad han alegado insuficiencia de personal ante la gran dimensión del camposanto. Hay zonas distantes de la entrada principal de fácil acceso debido a daños en tramos de la verja perimetral.

En ocasiones anteriores asistentes al cementerio han sufrido el asedio de grupos de motorizados que asaltan a desprevenidos o temerosos ciudadanos.

Recibimos quejas contra supuestos empleados del cementerio de obligarían la reparación y limpieza de las tumbas familiares por exageradas sumas de dinero. No podemos llevar a personas que realicen el trabajo y ellos lo hacen carísimo, dijeron en tono molesto.

Los robos de flores, velones, cristales de puertas son frecuentes en este y otros cementerios.

Dijeron que es riesgoso acudir a visitar las tumbas familiares por temor a los asaltos. Es peligroso estar solo entre tumbas; no es miedo a los muertos, sino a los muy vivos, sobre todo adolescentes drogadictos, manifestaron.

En ocasiones, ha habido denuncias que vinculan a los albañiles que ofrecen servicios en los cementerios de participar o facilitar en profanación de tumbas para robar objetos de valor que han visto depositar en los ataúdes.

En cementerios de Barahona ha habido profanaciones para buscar anillos, cadenas que familiares colocan a los cadáveres. En Cabral en 2022, abrieron un ataúd para robar mil pesos que una mujer colocó encima del cuerpo de su padre.

Hace unos años, se recomendaba destruir parcialmente los féretros para evitar que los robaran y dejaran los cadáveres en la tierra o cemento. Hubo dolorosos testimonios y quejas de la crueldad de esas acciones.

Las modalidades en las profanaciones cambian y parecen vinculadas a la falta de seguridad en los cementerios y a un tipo de delincuencia relacionada con el consumo de drogas.

“Si le duele tanto su tumba, vengan y límpienlas, que nosotros lo que hacemos es limpiar las áreas comunes”, dijo en octubre último el alcalde de Santo Domingo Este, Dío Astacio ante críticas por la abundante yerba que afeaba el cementerio Cristo Salvador. Son los propietarios y ni siquiera pagan para mantener limpio el camposanto. Llovieron las críticas…

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