Del subsidio a la movilidad: una nueva era para la protección social

POR GLORIA REYES.- En los últimos cinco años, los hogares dominicanos han enfrentado múltiples choques negativos. Desde la pandemia, la crisis inflacionaria por el aumento de los precios internacionales de los principales alimentos e insumos, hasta la crisis geopolítica y, más recientemente, las incertidumbres monetarias y arancelarias a nivel mundial, la calidad de vida ha estado bajo amenaza. Sin embargo, contra todo pronóstico, las medidas dispuestas para la protección de los hogares han mostrado un alto grado de efectividad.

Entre 2020 y 2024, más de un millón de personas salieron de la línea de pobreza. Esa curva descendente —de 30.4 % a 19 %— apunta a un proceso de recuperación que tomó fuerza desde varios frentes: la recuperación del empleo, de los ingresos y las políticas sociales integrales que han movido la aguja en dirección al bienestar.

Y en ese proceso, la visión de protección social del país, a través del programa Supérate, pasó de ser una estructura de transferencias a convertirse en una plataforma de movilidad económica. Dicho en términos más simples: hoy, cualquier transferencia tiene detrás un andamiaje institucional orientado a que las familias superen la vulnerabilidad y alcancen niveles óptimos de autonomía.

Actualmente, más de 1.5 millones de personas reciben subsidios a través del sistema.

Aunque el porcentaje de pobreza ha bajado, cerca del 40 % de la población continúa dentro de la red de apoyo, debido a la vulnerabilidad y los choques provocados por el contexto internacional, la crisis ambiental y climática, y sobre todo porque muchos hogares que no están en pobreza monetaria sí presentan condiciones que ameritan acompañamiento y apoyo público. Esto se debe a que tienen personas en situación de dependencia y sus ingresos pueden ser muy inestables. Algunos hogares logran avanzar a un ritmo más o menos previsible; otros requieren acompañamiento más prolongado.

En este contexto, una de las claves ha sido la salida de los programas de transferencias sin abandonar el programa. Alrededor de 150 mil personas dejaron de recibir transferencias monetarias porque superaron el umbral de pobreza. Sin embargo, muchas de ellas siguen dentro del programa debido a que aún presentan perfiles de riesgo que las hacen vulnerables.

Se priorizan los perfiles con alta vulnerabilidad, lo que responde a un enfoque más fino, más ajustado a la realidad de cada hogar. El cruce de información entre instituciones, junto a los datos del Sistema Único de Beneficiario (Siuben), ha permitido tomar decisiones basadas en evidencias.

El impacto de esta nueva forma de intervención social se percibe en el modo en que la gente accede al programa. La bancarización de los beneficiarios y las beneficiarias ha abierto un nuevo terreno. Ya no se trata solo de recibir recursos: ahora también se trata de tener una cuenta, manejar una tarjeta, acceder a productos financieros básicos. Esa inclusión económica genera autonomía y prepara el escenario para otras transiciones.

El diseño actual de Supérate pone el acento en la empleabilidad y el emprendimiento.

Esta dirección responde a la idea de que, mientras ofrecer un ingreso representa un alivio inmediato, facilitar herramientas es una apuesta de futuro.

Los programas para fortalecer habilidades laborales, fomentar el autoempleo o brindar acceso a capital semilla son parte del nuevo ecosistema de apoyo. Es una política social con aspiraciones de salida.

Aun con estos avances, hay señales que invitan a mirar con más atención. La pobreza urbana está creciendo. La región Ozama, que incluye Santo Domingo y su entorno, registra hoy el nivel más alto de pobreza general del país. La ruralidad ya no concentra por sí sola el foco del problema. El mapa se está moviendo. Y con ese movimiento, cambian también los desafíos para la política pública.

En paralelo, el Sur se mantiene como la zona más golpeada por la pobreza extrema.

Las brechas entre regiones siguen siendo altas. Mientras tanto, la movilidad interna del país continúa en aumento. Las personas se desplazan por múltiples razones: buscan oportunidades, siguen redes familiares, se sienten atraídas por las ciudades. Esa mezcla de migración rural y urbana, sumada a la presencia constante de la diáspora, plantea un cuadro complejo, dinámico e impredecible.

A escala regional, República Dominicana presenta niveles de cobertura más bajos que otros países de América Latina, aun con más del 50 % de su población dentro de los parámetros de vulnerabilidad que define el Banco Mundial. Esto evidencia que aún queda un margen por cubrir, pero también refleja una estructura que prioriza la sostenibilidad del gasto y la focalización efectiva.

Ahora bien, la capacidad de abrir opciones para la autonomía también es un indicador clave de la protección social, junto a los ingresos y otros determinantes. En ese sentido, Supérate ha iniciado la transición desde un enfoque de políticas sociales centradas en el auxilio hacia uno basado en la creación de capacidades y el acompañamiento, como fundamento para edificar muros de contención contra la pobreza.

En otras palabras, si bien el país mantiene retos históricos, los últimos años han sentado las bases para que los hogares tengan mayores oportunidades. Hoy, el empleo, el emprendimiento y el acompañamiento son herramientas fundamentales para la movilidad social, fortaleciendo el bienestar de los hogares desde las comunidades.

LA AUTORA ES DIRECTORA DEL PROGRAMA SUPERATE

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