Denuncias de corrupción con fundamento

POR JUAN TAVERAS HERNANDEZ.- Una cosa es el rumor público o privado; otra cosa es la denuncia, pública o privada; otra cosa es el deseo de hacer daño, el morbo, la mentira, difama, difama que algo queda, y, el tercer elemento es el político, el intentar sacarle beneficio político a cualquier denuncia por extraña, falsa que parezca.

No olvidemos que vivimos en un país donde el promedio de educación es de un sexto grado, que uno de los “lideres” patrióticos del país se ufana en proclamar que no ha estudiado ni siquiera la historia de la patria que pretende defender con uñas y dientes.

Durante muchos años el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) hizo muchas denuncias de corrupción, sin ninguna prueba. Aseguró que el gobierno de Balaguer había creado 500 nuevos millonarios al amparo del manejo inescrupuloso de los fondos públicos.

El PLD publicó – ¿lo recuerdan?- varios “Álbumes de la corrupción” (especie de foro público) donde no se salvaba nadie. El importante dirigente del Comité Político y ex director de Interior y Policía Franklin Almeyda, el mismo de los alcoholímetros y las desaparecidas motocicletas “Harley”, proclamó que el país se dividía en dos: “En corruptos y peledeístas”. 

De acuerdo con lo impolutos del PLD, todos los partidos estaban integrados por ladrones. Los únicos honestos, capaces y trabajadores, eran ellos.

El profesor Juan Bosch, durante una campaña electoral le aseguró al pueblo, que ningún dirigente, militante o simpatizante del su partido jamás se haría rico con los dineros del pueblo. (La historia es muy reciente. Todos sabemos lo que ocurrió. El PLD encabezó los dos gobiernos más corruptos de toda la historia del país. El exsecretario general del PLD llegó a decir en una ocasión, que “los corruptos no dejan huellas”. (Si las dejan, sólo que no hubo interés político en encontrar las huellas, pero eran muy claras y evidentes, pues lo que “entraron en chancletas, salieron en Yipetas)

Redes sociales

Las denuncias ahora se hacen a través de las redes sociales, fundamentalmente. En esa ola se sube mucha gente dándole aquiescencia. Buena parte de las redes sociales se han convertido en verdaderos estercoleros, en letrinas donde los extorsionadores, chantajistas, mercenarios y sicarios, defecan impunemente, pues no hay consecuencia alguna contra la difamación y la injuria.

Todos, funcionarios, políticos, artistas, periodistas, comunicadores, abogados, jueces, etc. Nadie se salva de la difamación y la injuria, de la falta de respeto al buen nombre al que todos tenemos derecho, según la Constitución. ¡La Selva mediática!

No pongo en duda muchas de las denuncias de corrupción o malversación de fondos, dependiendo de quien las haga y del propósito. ¿Hay corrupción? ¡Por supuesto! ¡Lo creo! Y creo más: creo que la corrupción, que es un mal endémico en la República Dominicana y en muchos lugares del mundo, debe ser perseguida y castigada severamente porque es como robarle el pan a un niño, es quitarle su alimentación, su salud, su educación, su futuro y su desarrollo integral.

Creo más: el gobierno del cambio, el gobierno del PRM y de Luís Abinader tiene pocos logros que exhibir en materia de lucha contra la corrupción. No puedo, en honor a la verdad, mi verdad, culpar al presidente Abinader, ni a Doña Milagros Ortiz Bosch, responsable de garantizar la vigencia de los valores ´éticos y morales dentro del gobierno.

La verdad, hay que admitirlo dolorosamente, que el Ministerio Público no ha hecho correctamente su labor, razón por la cual los delincuentes, políticos corruptos, no han sido condenados. Sus expedientes no adquieren el carácter de la cosa juzgada. Y por ahí andan, disfrutando sus bienes mal habidos. (Como he dicho otras veces: el “cambio” del PRM debió comenzar por transformar radicalmente todo el Sistema Judicial. Y no se hizo. Gravísimo error)

Aquí hay mucha gente que debería estar en la cárcel. Y no lo están. Y probablemente nunca lo está gracias a la complicidad política, económica y social. ¡Esa es la verdad!

Me temo, no obstante, que la mayoría de las denuncias de malversación de fondos públicos no son verdad, ni mentira, en muchos casos ni una cosa ni la otra. Hay una mezcla de verdad y mentira a medias. Denuncias falsas, sin fundamento ni documentación que la avalen y que permitan una investigación seria. El propósito, he llegado a la conclusión, que el interés no es que se haga justicia, el interés de despertar el morbo, llamar la atención, buscar protagonismo, venganza personal, politiquería barata. (Hay de todo en las denuncias de corrupción. Por eso muchas no son creíbles).

Ahora no se informa, se desinforma, sobre todo, ahora con la Inteligencia Artificial y la “Posverdad”. Uno no sabe que creer, ni a quien creerle, que es verdad y que es mentira. Hay que tener mucho cuidado antes de darle credibilidad a una denuncia o cualquier información para que no nos tomen el pelo como tontos útiles.

Hay que darles carácter a las denuncias de corrupción, presentarlas con fundamento, con documentos, pruebas, para que tengan validez ante un juez, obligado a respetar el debido proceso cumpliendo con los rigores estrictos de la ley. Lo demás de chachará, vocinglería comunicacional que se pierden en la brisa y en el tiempo.

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