POR LUIS ENCARNACION PIMENTEL.- La hija del expresidente Hipólito Mejía ha tenido mucha suerte, porque por su trato afable y buen manejo de la imagen personal, más que por un notorio accionar municipal, hay quienes le atribuyen un porcentaje alto a su desempeño como alcaldesa del Distrito Nacional.
Por supuesto, no faltan los que se preguntan qué es lo extraordinario que la dama ha hecho, que no sea la remoción o el rescate de algunos pequeños parques en la ciudad, para que se hable de números altos, cuando en la tarea fundamental de recoger la basura y mantener limpio el perímetro que le corresponde hay quejas diversas por deficiencias o ausencia de servicios del cabildo capitalino.
La dama, que en un primer intento fallido del hoy presidente Abinader le acompaño como candidata la vice, se le entiende con aspiraciones políticas superiores con miras al 2028, cuando al actual incumbente del Ejecutivo, que ya hizo oficial la acentuada creencia de que iría por “cuatro años más”, se le aplique lo del “nunca jamás”.
Por ese proyecto superior a más largo plazo, la alcaldesa – como hizo el antecesor David Collado- dijo hace un tiempo que no buscaría repetir en la posición, sin dar explicación. Pero para buenos entendedores…La razón se cae de la mata. Y la idea sería preservarse y no asumir riesgo que le pudieran flagelar su imagen y posibilidades en intentos superiores a futuro. Pero ahora entra para ella el dolor de cabeza, cuando no el dilema político: enfrentarse a una realidad del Partido- parecida a la que se daba en lo presidencial con Luis, que de este no ir se quedaba sin un candidato fuerte –, pero también a la casi segura presión o labor de “ablandamiento” de su padre y del propio presidente Abinader para que asuma de nuevo la candidatura municipal. Se alegaría que ella es la que tiene mejores números y pudiera hacer un mejor papel, frente a una oposición que, de unirse en un gran frente electoral, pudiera resultar un hueso duro de roer hasta para la propia Carolina Mejía.
Entonces, el dilema para ella está en que, si las circunstancias la empujan a ir en el 24 y pierde, se quema y se le va de las manos la candidatura del 28, donde se las vería con David, con Guido u otro que se le ocurriera aspirar. En fin, los sectores internos que aspiran a lo mismo en el PRM pudieran apostar con ella a un “doble pley”, o sea, a que pierda en el 24 y luego en el 28. Ahí parte de su gran riesgo. Un dato: descartado lo de alcaldesa y como vice de Luis, que repetiría con Raquel Peña, el litoral Mejía le pondría el ojo a la Cancillería para ella, en la eventualidad de que Abinader pudiera salvar obstáculos a la vista y repostularse. La idea se la dio un laureado poeta amigo al Mejía principal y le gusto. Esperemos.