POR MARCOS SANTOS. – El pasado jueves, a raíz de un artículo publicado en este mismo medio digital, haciendo uso de nuestro pleno derecho de expresar libremente y sin ningún tipo de presión, nuestras opiniones, recibimos una perorata del personaje al que hicimos alusión.
Fue una tarde larga y tediosa para nosotros.
Nos sentimos abrumados, y cansados.
A punto de tirar la toalla.
Hartos de escuchar auto bombos, mirábamos hacia el cielo, y a nuestra mente llegaban todo tipo de pensamientos.
De pronto, nos llegó el recuerdo de nuestros padres muertos, y eso alivió mi pesadumbre.
Pensar en quien fuera mi padre, el dentista Domingo Santos y mi madre Esther Pantaleón, es gratificante para quien suscribe, por lo que ellos representan para nosotros, y por el gran legado que nos dejaron.
Papá, fue un hombre querido y respetado por los habitantes de los pueblos en los que les tocó vivir.
De hecho, los ayuntamientos de San Francisco de Macorís y de Pimentel, lo declararon “Hijo Adoptivo”, como reconocimiento a sus grandes aportes a la sociedad y a la Odontología.
La Asociación Odontológica Dominicana, Filial Duarte, lo distinguió en varias ocasiones.
Fue un hombre bueno, desprendido, sincero.
Mamá, era una persona dechado de virtudes.
Su finísima educación, su forma de comportarse y hablar, sus exquisitos modales, su don de gente, la hacían una persona sociable, querida, respetada.
Era ordenada, le gustaba viajar, visitar sus familiares, conversar de diversos tópicos con sus amistades.
Era una madre abnegada.
Para nosotros y para muchos, dos ejemplos a seguir.
Eso sí, no eran perfectos.
Nadie lo es.
Pero sus virtudes, superaban con creces sus defectos.
Un dato interesante.
Sus hijos, nunca los escuchamos decir “yo soy tal cosa o aquello”, “a nosotros nadie nos puede señalar”, “soy rico”, “soy pobre”, “soy humilde”, “vengo de abajo”, “vengo de arriba”, “estoy realizado”.
Por eso, quien suscribe, nunca ha dicho en público, que soy un hombre serio.
Todo lo contrario, soy un pecador, que se ha caído muchísimas veces, pero que también se ha levantado.
Y que cada día, le pido a Dios que me de las fuerzas y la sabiduría, para guiar a mi familia por el camino correcto.
Trabajando decentemente y con honestidad.