BAGDAD.- Miles de personas llenaron el domingo el estadio deportivo en la ciudad de Irbil, en el norte de Irak, para el evento final del papa Francisco en su visita al país: una misa al aire libre con una estatua de la Virgen María que fue restaurada después de que extremistas islámicos le cortaran la cabeza y las manos.
Los organizadores dijeron que Francisco bendecirá la estatua, que fue transportada desde la iglesia en Keramlis, un pueblo cristiano en las llanuras de Nínive, a un lugar de honor en el altar para la misa dominical.
Keramlis, una antigua ciudad asiria a menos de 30 kilómetros (18 millas) al sureste de Mosul, cayó ante el grupo extremista Estado Islámico en agosto de 2014, dos meses después de que los milicianos tomaran Mosul y las áreas circundantes, haciendo que la mayoría de los habitantes huyeran. En Keramlis, destruyeron el interior de la iglesia de San Adday y decapitaron la estatua de la Virgen.
Francisco viajó al norte de Irak para alentar a los cristianos que se quedaron a perseverar, reconstruir y finalmente perdonar a los extremistas que cometieron tales atrocidades.
Después de la misa en Irbil, el papa Francisco se reunió con el padre de Alan Kurdi, un niño sirio de 3 años que en 2015 se ahogó intentando cruzar el mar Mediterráneo y cuya imagen captó la atención mundial sobre la difícil situación de los refugiados que huyen hacia Europa.
A través de un intérprete, el papa escuchó la historia de Abdula Kurdi y expresó su simpatía por la pérdida de su familia. Abdula agradeció al papa sus palabras, dijo el Vaticano.
La familia Kurdi decidió emigrar, al igual que muchos sirios, en 2015 por mar en un pequeño bote desde Turquía con destino a Grecia. Cuando el bote se hundió, Alan Kurdi, uno de sus hermanos y su madre perecieron. La imagen del cuerpo de Alan, tendido en una playa turca, llegó a simbolizar el peligroso viaje a Europa y provocó la condena internacional. El padre ahora dirige una organización benéfica en Irbil.
Previamente, durante su visita a la comunidad cristiana de Qaraqosh, en el norte de Irak, el papa Francisco pidió a los cristianos iraquíes que perdonaran las injusticias cometidas en su contra por extremistas islámicos y que reconstruyan, en una jornada en la que visitó ruinas de iglesias y se reunió con multitudes entusiastas en el corazón histórico de la comunidad cristiana local, que fue diezmada durante el brutal régimen del Estado Islámico.
En cada una de sus paradas en el norte de Irak, lo que quedaba de la población cristiana acudió alegre, con vestidos coloridos y sonidos de júbilo, aunque la intensa seguridad impidió que Francisco se mezclara con la multitud como haría normalmente. Sin embargo, los asistentes parecían simplemente felices de no haber sido olvidados.
Era un indicio del desamparo de una antigua comunidad que no sabe si podrá resistir. Las localidades de tradición cristiana que antes salpicaban las llanuras norteñas de Nínive se quedaron vacías cuando los cristianos —al igual que muchos musulmanes— huyeron ante el avance del grupo extremista EI en 2014. Sólo unos pocos han vuelto a sus hogares desde la derrota del Estado Islámico en Irak hace cuatro años, y el resto siguen dispersos por Irak u otros lugares.
El sonido de las campanas recibió al papa en la localidad de Qaraqosh. En un discurso en la abarrotada iglesia de la Inmaculada Concepción, Francisco dijo que “perdón” es una palabra clave para los cristianos.
“La senda hasta una recuperación completa podría ser larga, pero les pido que por favor no se desanimen. Lo que hace falta es la capacidad de perdonar, pero también el valor de no rendirse”, dijo el pontífice. La iglesia local ha pasado por una importante restauración tras ser vandalizada por milicianos del Estado Islámico cuando tomaron la localidad, lo que la convierte en un símbolo de los esfuerzos de recuperación.
Para el Vaticano, la presencia continuada de los cristianos en Irak es crucial para mantener con vida comunidades que llevan allí desde los tiempos de Cristo. Su población ha pasado de unos 1,5 millones de personas antes de la invasión que lideró Estados Unidos en 2003, y que sumió el país en el caos, a apenas unos cientos de miles en la actualidad.
La visita de Francisco a Irak, que concluía el domingo, pretendía instarles a quedarse y ayudar a reconstruir el país y restaurar lo que describió como su “mosaico” de grupos étnicos y religiosos.
La jornada ofreció imágenes llamativas por la mañana cuando Francisco, vestido de blanco, subió a un escenario con alfombra roja en una plaza de la ciudad más importante del norte de Irak, Mosul, rodeado por las ruinas grises de iglesias casi destruidas en los combates por expulsar al Estado Islámico de la ciudad.
Era una escena inimaginable hace apenas unos años. Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak, fue el corazón del autodenominado “califato” del Estado Islámico, y asistió a la persecución de los extremistas contra musulmanes, cristianos y otras personas, que incluyó decapitaciones y asesinatos masivos.
“Qué cruel es que este país, la cuna de la civilización, haya sido castigado por un golpe tan bárbaro, con antiguas casas de oración destruidas y miles de personas —musulmanas, cristianas, yazidíes— que fueron cruelmente aniquiladas por el terrorismo-, y otros asesinados y desplazados por la fuerza”.
El pontífice se desvió de su discurso preparado para mencionar el sufrimiento de la minoría yazidí, que fue objeto de asesinatos masivos, secuestros y esclavitud sexual a manos del Estado Islámico.
“Hoy, sin embargo, reafirmamos nuestro convencimiento de que la fraternidad es más duradera que el fratricidio, que la esperanza es más poderosa que el odio, que la paz es más poderosa que la guerra”, afirmó.
En sus tres años de dominio sobre buena parte del norte y el oeste de Irak, el grupo extremista cometió atrocidades contra todas las comunidades, incluidos musulmanes. Pero la minoría cristiana sufrió especialmente. Los milicianos les obligaron a elegir entre la conversión, la muerte o el pago de una tasa especial para no musulmanes. Miles de personas huyeron, dejando atrás viviendas e iglesias que fueron destruidas o requisadas por los extremistas.
Mosul se convirtió en su núcleo burocrático y financiero. Finalmente fue liberada en julio de 2017 tras una feroz batalla de nueve meses. Entre 9,000 y 11,000 civiles murieron, según una investigación de The Associated Press. Al-Baghdadi murió en un ataque estadounidense en Siria en 2019.
El Estado Islámico tomó Mosul en junio de 2014 y declaró un califato que se extendía desde sus territorios en el norte de Siria hasta el norte y oeste de Irak. Fue en la mezquita de Al-Nuri en Mosul donde el líder del grupo, Abu Bakr al-Baghdadi, hizo su única aparición pública, un sermón de viernes en el que llamó a todos los musulmanes a seguirle como “califa”.
La agenda del día terminaba con una misa en el estadio de Irbil, en la región semiautónoma kurda. Se esperaba que hasta 10,000 personas acudieran al evento. El papa llegó el domingo por la mañana a Irbil, donde fue recibido por niños con ropas tradicionales, uno de ellos vestido de papa.
Expertos en salud pública expresaron antes del viaje su preocupación porque las grandes aglomeraciones pudieran convertirse en focos de contagio del coronavirus, en un país donde el brote va a peor y pocas personas se han vacunado.
El Vaticano ha dicho que está tomando precauciones, como reducir el aforo en la misa al aire libre. Pero durante la visita se han visto aglomeraciones sin distanciamiento en las que mucha gente no llevaba mascarilla. El papa y su comitiva están vacunados, pero la mayoría de los iraquíes no.
AP