POR DANILO CRUZ PICHARDO.- La experiencia indica que, universalmente, los presidentes y jefes de Estado sufren desgaste en su popularidad, máxime en países donde hay muchos problemas sociales y económicos sin posibilidades de resolverse en un período gubernamental, el cual es de apenas cuatro años en el caso de la República Dominicana.
De esos cuatro años al presidente Abinader le queda algo menos de tres, aunque la Constitución de la República, Art. 124, permite optar por un segundo período y no hay ninguna duda de que el actual jefe de Estado buscaría la reelección.
El actual presidente ascendió al poder en medio de un problema sanitario, la pandemia del coronavirus, que provocó caída en todos los sectores de la producción nacional, a tal punto que nuestro Producto Interno Bruto registró decrecimiento durante el 2020. Alegó, con cierta razón, encontrar las arcas estatales vacías, lo que obligó a la búsqueda de empréstitos internacionales, inclusive para gastos corrientes y completar el presupuesto del 2021.
Sin embargo, muchos alegan que el monto total de préstamos es excesivo. La verdad es que nunca antes, en un período de un año, se había tomado tanto dinero, a pesar de que el propio presidente, en discurso reciente, habla de un crecimiento del PIB del 13%, recaudación récord y grandes reservas internacionales.
Hasta el momento el Gobierno goza de buena aprobación, sobre todo se le reconoce un adecuado manejo de la pandemia, interés en la independencia de los poderes públicos y un excelente trabajo contra la corrupción y la impunidad desde el Ministerio Público, aspectos que los segmentos de mayor nivel educativo valoran mucho. El Gobierno exhibe, además, un alto nivel de transparencia en el manejo de los asuntos de la administración pública.
Un gran inconveniente para la popularidad gubernamental está en el proceso inflacionario en servicios y bienes, empezando por los productos de la canasta familiar, lo que el primer mandatario atribuye a aumento de los precios, en el mercado exterior, de insumos, materias primas, insecticidasy otros componentes. No faltan, sin embargo, quienes establecen causas de inflación a conflictos de intereses, en vista de que el grueso de los funcionarios son empresarios, sobre todo los del sector agropecuario, un aspecto que Leonardo Faña había denunciado antes de caer en desgracia.
El problema de la inflación hace daño al Gobierno en término de popularidad, pero nada haría más daño a Luis Abinader que el descuido hacia el Partido Revolucionario Moderno, el cual da la sensación que fue disuelto al llegar al poder que se anda con él en los bolsillos desde el Palacio Presidencial.
Lo he dicho muchas veces: es la primera vez que un presidente resulta electo y no gobierna con las personas que hicieron posible su triunfo. El primer alegato de Luis Abinader fue que el Estado no es botín. Y el segundo fue que los militantes del PRM requerían mejor formación académica para optar por puestos públicos, hasta que finalmente guardó silencio para siempre respecto al tema, el cual está vedado entre los funcionarios públicos.
Luis Abinader inició sus designaciones en el período de transición a través del Tweeter, sin guardar reparo en su inclinación hacia los poderosos socialmente (los que menos necesitan) y hacia los blancos (en un país donde el 85% de la población está constituida por negros y mulatos). Designó familias hasta de diez miembros cada una, todos en puestos relevantes.
Ese clasismo y ese racismo, demostrado en la práctica, revela que es el peor líder político que registre la historia social dominicana. No ha sabido disimular la falta de equilibrio. Un líder político es una especie de padre, pero padre de un gran conglomerado humano y necesariamente tiene que exhibir equilibrio con sus seguidores para no generar disgustos, dolor y rencores de personas que se sienten discriminadas.
Y pretende ofertar una falsa humildad con poses que van desde tirarse fotos con motoconchistas hasta tomar coco de agua en una modesta cafetería de un lejano municipio.
Esa conducta podría ser un serio inconveniente político al momento de optar nuevamente por la candidatura presidencial de su partido, una organización que es un desprendimiento del PRD, al que durante décadas se le percibió como el partido del pueblo, el partido de los pobres, que estuvo en la revolución de 1965 y luchó contra la oligarquía.
Se dice que en el PRM, además de Luis Abinader, buscarían la candidatura presidencial por lo menos otros cinco dirigentes, entre los que se mencionan a Ramón Alburquerque, considerado uno de los mejores técnicos del país, culto y de buen manejo del habla, y Guido Gómez Mazara, habilidoso, expositor y de gran carisma.
En el viejo PRD hay precedentes de derrotas al sector oficialista. En 1981 la Unidad de Acero, una alianza del presidente Antonio Guzmán y el vicepresidente Jacobo Majluta, resultó aplastada por Jorge Blanco, en unas primarias en las que solo votaban 13 personas por cada comité de base.
Sin embargo, en estos tiempos modernos, de asistencialismo y reparto de prebendas, es muy difícil derrotar a un presidente en su propio partido. Las últimas experiencias se registraron en el PLD. En el año 2007 Danilo Medina se enfrentó al presidente Leonel Fernández. A Danilo Medina se le atribuía controlar la estructura, pero al llegar las primarias el Estado lo aplastó. Años después, ya Medina desde el poder, devolvió con la misma moneda a Leonel, ganándole varios congresos.
En unos dos años los partidos políticos, bajo la conducción de la JCE, estarían celebrando primarias para escoger a los candidatos que correrán por la Presidencia de la República en el certamen de mayo del 2024.
A esta fecha no se aconseja hacer proyecciones internas ni externas, porque la política es evolutiva constantemente, pero es muy posible que en el PRM se desate una feroz lucha tanto por el control del partido, inactivo y secuestrado, como por la candidatura presidencial.
La venta del voto, el reparto de prebendas y el control del Presupuesto de la Nación siempre serían factores que apuntarían a Luis Abinader como favorito en su partido, pero de ganar llegaría al torneo del 24 con un liderazgo interno muy desgastado y posiblemente los votos no le alcanzarían para la requerida mayoría absoluta que establece la Constitución de la República.