POR HAMLET VARGAS.- En los últimos años se viene manifestando un interés creciente por la responsabilidad y respuesta social de la empresa a las demandas y prioridades de la sociedad, la Responsabilidad Social Empresaria (RSE), también conocida como Ciudadanía Corporativa, alude al modo en que la empresa se relaciona e impacta en la sociedad a través de sus prácticas, y a la influencia que la sociedad y las expectativas de los actores sociales tienen sobre la empresa.
Aun cuando se ha constituido en un concepto ampliamente utilizado en los documentos políticos gubernamentales, así como también en la literatura de la sociedad civil y de las agencias internacionales (ONU, Banco Mundial, Organización Internacional del Trabajo) la RSE sigue siendo un desafío para todos los interesados en el tema, en la última década, el concepto de responsabilidad social, y de responsabilidad social empresaria en particular, se ha constituido como una tendencia en crecimiento. El auge de la responsabilidad social empresaria refleja, en definitiva, el resurgimiento de valores en la sociedad y manifiesta la necesidad que sienten las empresas de involucrarse a través de sus iniciativas con la sociedad civil.
Para que la empresa ejerza efectivamente su rol de ciudadano corporativo desde una perspectiva sistémica y amplia, es necesario que este tema sea incorporado en los procesos de gestión y por lo tanto sea tratado como parte de las estrategias de negocio y del sistema de planeamiento interno de la Compañía, debido a ello se torna indispensable desarrollar instrumentos adecuados para la asistencia y supervisión de las prácticas de responsabilidad social de la empresa.
Esta evidencia mantiene permanentemente de actualidad la pregunta ¿tiene la empresa una responsabilidad moral en la solución de los problemas globales a los que se enfrenta la sociedad, de una forma complementaria a la que se derivaría de su actividad en la consecución del beneficio económico? Puede afirmarse que se ha iniciado el tránsito en la consideración de la empresa como una organización nuclear de la sociedad en la asignación eficiente de los recursos, a entenderla como un agente que también ha de observar el efecto que sus actividades puedan tener en el conjunto de la sociedad y en el medio ambiente, a través de los diferentes grupos de interés que conforman la realidad empresarial.
En una primera consideración las decisiones de la empresa han de contemplar su efecto en el valor económico de los derechos de propiedad de los accionistas, lo que puede verse afectado por la relación bilateral directivos-accionistas en la que el gobierno de la empresa es relevante, en la actualidad, puede decirse que existe un amplio espacio en el que se da cabida al análisis de las decisiones empresariales desde un planteamiento multilateral que comprende las expectativas (necesidades) de los grupos interesados distintos a los accionistas: empleados, clientes, proveedores, acreedores, administraciones públicas, sociedad en general y generaciones futuras.
Desde una perspectiva estrictamente económica la empresa concurre en el mercado con una función objetivo: maximizar su valor de mercado bajo las correspondientes restricciones de índole legal, técnica y presupuestaria. Con ello la empresa remunera a los factores que intervienen en el proceso de producción, en la creación de valor, cumpliendo así con los contratos que explícita o implícitamente tiene establecidos con ellos. Sin embargo, en un mundo en que se demandan medidas para hacer frente al cambio climático, proteger el medio ambiente, respetar los derechos humanos y de los trabajadores y ser un buen ciudadano, la empresa, puede, voluntariamente, contemplar en su proceso de decisión, en su actividad interna y externa, la realización de las mejores prácticas y aplicación de principios éticos además de articular estas demandas (de las que emanan los principios de responsabilidad social y medioambiental), con sus ventajas competitivas distintivas y por tanto con su pensamiento estratégico. De esta manera la empresa puede generar tecnologías, capital comercial (reputación, lealtad de marca…), capital relacional, capacidad gerencial, mayor productividad del trabajo debida, por ejemplo, al mejor clima laboral, etc., mejorando sus resultados empresariales, de acuerdo a su función económica y contribuyendo a un mayor bienestar social.
La empresa ha de pasar de desempeñar una actitud filantrópica y de acción social a integrar programas de responsabilidad social y medioambiental en sus estrategias y líneas de negocio. La responsabilidad Social de la Empresa (RSE) va más allá de la social y filantrópica de la empresa ya que afecta a las estrategias y líneas de negocio de la compañía y puede generar relaciones estables y de mutua confianza con los grupos interesados. Se necesita la responsabilidad social empresarial para compensar la información imperfecta, los mercados incompletos y la limitada capacidad de la regulación para mitigar los efectos externos (“externalidades”) de carácter negativo que puedan ser generados por las empresas.
La responsabilidad social de la empresa ha de complementar –y ampliar- los estándares laborales y medioambientales contenidos en las legislaciones contribuyendo a que se produzcan avances en temas como: la calidad en el empleo; la formación de los trabajadores; la conciliación de la vida familiar y laboral; la prevención de riesgos laborales; la eco-eficiencia; el respeto de los derechos humanos; la igualdad de género; la inserción laboral de personas con discapacidades o excluidos sociales. Asimismo, en las relaciones con los proveedores y clientes establecer contratos implícitos de buenas prácticas y de cooperación en temas sociales y medioambientales.
Además, la RSE también es una filosofía que se incorpora a la visión de negocios, basándola en el respeto, los valores éticos, el cuidado del medio ambiente y la sustentabilidad en general.
La ética empresarial vendría determinada por las normas y principios que son base para resolver problemas morales dentro de la empresa, por ello deben establecer un código interno que englobe los mismos, para relacionarse con el exterior, así como la forma de trabajo interno y de relación entre los trabajadores, en otras palabras, se defiende que “el comportamiento de las personas lleva inherente a su forma de ser un componente solidario y cooperativo”. De ésta forma se une el beneficio económico al beneficio social.
Las actuaciones desvinculadas de la sociedad, que sólo se preocupan de maximizar beneficios económicos, a costa de cualquier precio no es el camino para prosperar en el mercado, por lo que incorporar esa perspectiva moral inherente a la naturaleza humana, una nueva forma de trabajar, convirtiendo a las empresas en elementos generadores de beneficio común y solidario, hará que rentabilicen sus beneficios y se les dote de continuidad en los negocios.