Entre presiones de aliados y perremeistas

POR CRISTHIAN JIMENEZ.- Perremeistas y aliados arrecian en la presentación de facturas. Ven el tiempo correr y apuran sus reclamos de cargos, quizás por temor a que el mal momento de la gestión abinaderista se prolongue y no haya tiempo de la recuperación electoral de cara al veintiocho.

El presidente Luis Abinader trata de rediseñar el equipo y determinadas políticas en función de recuperar terreno perdido, pero la clientela presiona sin mirar más allá de los intereses particulares.

Abinader, que ya tiene varios peloteros emergentes, vistos con ojerizas por los de casa, demora decisiones que podrían generar mayores quejas internas. Parecería que está agotada la capacidad interna para algunas grandes tareas que empujen la gestión.

Importantes ministerios y direcciones generales están ocupados por “extraños”, que sirvieron en administraciones anteriores y por aliados, algunos cercanos a los afectos del mandatario.

El poderoso ministerio de Hacienda, al momento que estrena la reforma legal que le sumó Economía Planificación y Desarrollo, es ocupado por Magín Díaz, tecnócrata de recia formación y que genera confianza en los actores económicos y amplios espacios políticos.

En el sector eléctrico, que se traga gran parte de los ingresos del Estado, hubo que buscar un taponero, Celso Marranzini, que hizo similar labor en el gobierno de Leonel Fernández. Ha dicho las cosas, dosis de realidad, que muchos no gustan oir, necesarias para avanzar en las soluciones.

Eduardo Estrella y Luis Miguel De Camps recibieron la responsabilidad (confianza) de manejar los ministerios de Obras Públicas y Educación, respectivamente, que todo perremeista ambicionaba por los altos presupuestos y los impactos políticos. Las posiciones fueron ocupadas al inicio del gobierno por Deligne Ascensión, secretario de Organización del PRM y Roberto Fulcar, quien fuera el primer vicepresidente de la entidad y jefe de campaña de Abinader.

Otras áreas de amplio impacto política son servidas por aliados, aunque las quejas persisten de dirigentes de una parte de las 21 organizaciones aliadas al PRM en las elecciones últimas. El argumento de presión es que “posibilitaron” el triunfo de Abinader.

Zorrilla Ozuna, del Partido Cívico Renovador, quien llamó la atención nacional en la campaña electoral al hacer jurar al presidente Abinader que le nombraría desde antes del día de las votaciones, se convirtió en el “símbolo” del reclamo aliado al insistir públicamente en “su” decreto. Fue complacido hace poco y eso abrió las esperanzas a otros. (Zorilla Ozuna fue designado en la Dirección General de Fronteras y se estrenó abriendo espacio para los suyos que “están esperando”, rematando que “esa es la tradición” en el país.

Los perremeistas temen el avance de más tecnócratas, que no tienen que responder a instancias partidarias y otros aliados en espera, que de seguro imitarán al renovador.

Las presiones aumentan con los días en todas direcciones, algunas alcanzando el nivel del chantaje, de dirigentes que presumen ser imprescindibles en algunas provincias y regiones para lograr el voto que valide la continuación del PRM en el poder.

Mientras tanto, Abinader pondera las sugerencias del FMI sobre sostenibilidad fiscal y los “consensos” logrados por Magín en numerosos encuentros con empresarios. Hay que buscar dinero para viejas y nuevas obras de infraestructura y para dar invertir en el sector eléctrico y brindar un mejor servicio a clientes y usuarios (los que se sirven, “usan”, el servicio y no pagan).

La oposición, que ha logrado avances importantes por algunos resbalones oficiales se adelanta a dominar el relato de ineficiencia oficial y hasta se aventura en el tema de la corrupción a partir de sonados casos recientes, como el escándalo de Senasa, monstruo de varias cabezas.

El tiempo corre en contra de Abinader. Hora de decisiones.

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