POR DANILO CRUZ PICHARDO.- El juego de inventar resultados de estudios de opinión con todo y nombre de la firma encuestadora no es nuevo y es una práctica usada por todos los partidos y líderes políticos. Además, es una conducta importada e insertada en los equipos de estrategia de las entidades locales.
Esos números creados en escritorios tienen la finalidad de ofertar percepciones, que suben y bajan ánimo de las personas, dependiendo de su simpatía política. En los equipos de estrategia suele discutirse el nombre de la firma (casi siempre en idioma inglés o alemán), el número a poner al candidato que se promueve y a su competencia, así como la selección de la fecha y los medios en que se divulgaría, logrando que se haga viral en las redes sociales en cuestión de horas.
Las encuestas inventadas casi siempre son en respuesta a otras del mismo carácter. También se publican antes o después de investigaciones reales que otorgan datos desfavorables, los cuales es necesario contrarrestar de cualquier modo.
Se conocen casos de firmas nacionales y extranjeras que son verdaderas, pero que venden resultados (parciales o totales) y sus directivos acuden a los medios, usando un lenguaje técnico, profesional y persuasivo. Y cuando se trata de extranjeros que hablan el español con dificultad la gente confiere mayor crédito, máxime si apelan al aval de supuestos estudios que acertaron en las últimas cinco elecciones celebradas en Europa.
En nuestro escenario se habla en ocasiones de guerra de encuestas. No son tales encuestas, a veces son inventadas.
Sin embargo, hay que reconocer prestigio y cierta credibilidad a Mark Penn Stagwell, representada en el país por Bernardo Vega.
El margen de error puede subir, como en efecto subió cuando tuvo la osadía de publicar resultados de una encuesta realizada por la vía telefónica días antes de las elecciones del 5 de julio de 2020, pero fue la única firma en anticipar el carácter reñido de la primaria del PLD. Y ni decir del alto crédito de Gallup República Dominicana.
