NUEVA YORK.- Los intensos esfuerzos y sacrificios que se realizan para frenar los contagios de coronavirus tienen el objetivo de evitar que los hospitales colapsen, una situación que indefectiblemente aumenta la letalidad de la enfermedad.
Sin embargo, la experiencia en Nueva York, donde han muerto más de 17 mil víctimas del Covid-19, muestra que las personas infectadas no solo fallecen por la falta de camas: muchos otros pacientes perdieron la vida en circunstancias inusuales como consecuencia de la saturación sanitaria.
El protocolo recomendado de atención indica que un máximo de cuatro pacientes por cada enfermera en las salas de emergencia. Pero según un relevamiento del New York Times, en el pico de la pandemia en la ciudad hubo hasta 23 pacientes por cada trabajadora en el Queens Hospital Center, 20 en el Kingsbrook Jewish de Brooklyn y 15 en el Jacobi Medical Center del Bronx. Cifras que se hubieran duplicado si las enfermeras estuvieran trabajando el número normal de horas, pero la mayoría estaba haciendo un doble turno para elevar la atención.
La situación era igual de compleja en las unidades de cuidado intensivo, donde las proporciones sugeridas (dos pacientes por enfermera) también se multiplicaban por cuatro, según los testimonios de profesionales citados por el Times.
El cuadro se agravó por la falta de sedantes, una combinación que causó varias muertes evitables en situaciones normales. Numerosos pacientes que estaban bajo un coma inducido se despertaron en medio de la noche y, como acto reflejo, se quitaron los tubos respiratorio e intravenosos necesarios para su tratamiento. El personal era alertado, pero llegaba demasiado tarde para intentar salvarles la vida.
Por su parte, Dawn Maldonado, médica residente del hospiutal Elmhurst, describió un lamentable patrón de muertes en los pisos con personal insuficiente: se trata de pacientes que se retiraron las máscaras de oxígeno para ir al baño, sin saber que no podrían respirar sin ellas.
Los empleados le pusieron el nombre “código baño” a estos casos, ya que los cuerpos de los pacientes, ya sin vida, muchas veces fueron encontrados en los servicios higiénicos o cerca de la puerta.
Las muertes de pacientes que se desconectan de los sistemas y no son atendidos a tiempo se repitieron en los hospitales de Kingsbrook, Queens y Allen, entre otros, reportó el Times.
Durante la pandemia, además, el gobernador Andrew Cuomo aseguró que la pandemia era enfrentada con un único sistema de salud que reúne todos los esfuerzos. Pero los resultados muestran que la crisis reflejó las inmensas desigualdades socioeconómicas.
Más de la mitad de las camas de hospitales en la Ciudad de Nueva York, pertenecen a hospitales de cinco redes privadas. Su distribución no es proporcional a la población: en Manhattan, hay 5 cupos por cada 1.000 habitantes; en Queens, apenas 1,8 por cada 1.000; en Brooklyn, 2,2; y en el Bronx, 2,4.
“Si hubiéramos tenido el personal y el equipo adecuado, podríamos haber salvado muchas más vidas”, aseguró Alexander Andreev, residente médico y representante sindical del Hospital Universitario y Centro Médico de Brookdale. Según indicó al Times, “de cada 10 muertes, creo que al menos dos o tres podrían haberse salvado”.
Las estadísticas le dan la razón. Incluso dentro de Manhattan, las diferencias entre los sistemas públicos y privados es notable. En NYU Langone, uno de los hospitales más reconocidos, la tasa de mortalidad de los pacientes de coronavirus ha sido de 11%, pero en el Centro Hospitalario Bellevue, el hospital público más renombrado de la ciudad, la tasa llegó al 22%.
El promedio general para la Gran Manzana es de un muerto por cada cinco pacientes de coronavirus, pero en algunos hospitales comunitarios fuera de Manhattan la tasa fue de un fallecido por cada tres pacientes.