POR NARCISO ISA CONDE.- Por mis venas corre sangre árabe y tengo colgado en mi corazón al pueblo palestino, víctima de un despliegue de masacres a cargo del Estado del subimperialismo israelí, respaldado por el lobby sionista estadounidense y el Pentágono de esa superpotencia.
Ironía de la historia: el Estado que dice representar a su pueblo cruelmente masacrado por el nazi-fascismo, repite esa historia contra un pueblo sin Estado y sin país, que hace décadas reclama territorios ocupados por sus victimarios imperialistas.
Una historia desgarradora, llena de abusos, torturas y genocidios; repleta de una falsa supremacía racial y de exclusiones obscenas. Fascismo al derecho y al revés.
A través de libros, artículos, películas, documentales y otras narrativas y expresiones artísticas, he admirado la heroica resistencia judía y aborrecido a sus verdugos tutelados por lo peor de las elites capitalistas y sus Estados de esa época.
Igual me pasa con la horripilante violencia contemporánea, directa e indirecta, y las empecinadas crueldades ejecutadas por el sionismo contra el pueblo palestino y otros pueblos árabes: matanzas aterradoras, asesinatos selectivos, bombardeos indiscriminados de hospitales y escuelas, niños/as, ancianos/as y mujeres destrozadas/os.
Condeno por eso a los Estados terroristas estadounidense e israelí. Me indigna la crueldad de sus cúpulas burguesas, de sus jefaturas militares y sus partidocracias. Admiro la Intifada palestina, la resistencia armada y no armada de los pueblos árabes y sus vanguardias político-militares.
Valoro la resistencia antiimperialista de la diversidad del mundo árabe y sus civilizaciones. Sus rebeldías e insumisiones son justas y necesarias.
Amo los libros, sobre todo los que exaltan los grandes valores, hazañas y bellezas de la humanidad y del planeta.
Aprecio los textos, ya en versos hermosos, ya en prosas impactantes, que enseñan a cultivar el amor o a conocer la historia verdadera e impugnar discriminaciones, opresiones e injusticias inaceptables.
Es conocida mi participación en otras Ferias del Libro, con el stand de Tiro al Blanco. Pero en ésta es para mí imposible hacerlo, incluso decidí no visitarla. No puedo, no debo, por respeto a las víctimas del sionismo, una de las variantes del neofascismo.
Me indignan los honores, las dedicatorias a los Estados terroristas; y en este caso al Estado de Israel, responsable de múltiples matanzas y genocidios. Ante tal ofensa a la ética y la moral, no es posible ser neutral o indiferente.
Al sionismo criminal no se le deben rendir honores. Hacerlo es una manera de legitimar. Es válido, por tanto, repudiar ese homenaje rendido a Israel por un presidente de origen árabe; y procede, además, contrastar actitudes.