POR CHARLIE NUÑEZ.- Mi primera visita a territorio haitiano, fue comenzando la década de los 90 del pasado siglo, fui invitado al viaje inaugural de la ruta Santo Domingo – Puerto Príncipe de la empresa Terrabus, de no haber cambiado de nombre, creo desaparecida ya.
De aquel viaje, llamaron mi atención cuatro cosas: La luz eléctrica era como una muestra para recordar que existía, a pesar del poco parque vehicular, sentí cierto respeto por las normas de tránsito, la pobreza reflejada en el ciudadano de a pie y la gran cantidad de bancas de lotería.
Ya entrado el nuevo siglo, fui contactado en más de una ocasión, para asesorar candidaturas presidenciales en el vecino país, ahí pude percibir el desorden institucional existente, todo seguía igual, excepto más vehículos, esta vez sin ningún respeto por norma alguna.
En nuestro país, al día de hoy, con una economía más fuerte, un medio ambiente más amigable y más generación eléctrica, gústele o no le guste, reconocimiento al doctor Balaguer y la mayor parte logros de los gobiernos peledeístas, estamos como Haiti en el desorden y en cantidad de bancas de lotería.
En el pasado recibíamos obreros haitianos para el corte de la caña, que retornaban a su país al finalizar la zafra y todo marchaba en paz.
Trujillo, Bosch y Balaguer, asumieron con mucha responsabilidad su papel histórico frente a la ingobernable pequeña nación.
El gobierno de Bosch, de apenas 7 meses, enfrentó dos crisis con el gobierno haitiano de inimaginables consecuencias que sólo pudieron ser salvadas por la prudencia del mandatario dominicano y la intervención de organismos internacionales.
Hoy, ya los haitianos no retornan, viven aquí, trabajan la agricultura, de ellos depende la construcción, realizan trabajos domésticos, están en la milicia y la policía, participan de la política, en el transporte, consumen un alto porcentaje de nuestro presupuesto de salud, educación, impactan negativamente en el medio ambiente y agua potable, dominan las calles como pedigüeños, vendedores ambulantes, limpia vidrios, se han integrado con fuerza y entusiasmo a los actos delincuenciales, lo que también los lleva a nuestro atrasado sistema carcelario para ser mantenidos por nosotros.
Los haitianos ocupan comunidades completas y en algunos municipios y son mayoría frente a los dominicanos. En días pasados, transitando por la Lincoln, un triciclero haitiano, en medio de un tránsito pesado, ocupaba un carril entero sin la menor preocupación.
Esta misma semana, en una transitada calle. En piantini, en dirección este – oeste, se detiene un vehículo en medio de la vía, de él sale una joven haitiana bien vestida y se pone a negociar la compra de aguacates con un vendutero haitiano que se trasladaba en un triciclo, otro accionar constante de la presencia haitiana, es el usar en vía contraria sus distintos medios de transporte. El desorden imperante en el país, está siendo reforzado por el desorden haitiano y ni hablar de la ola de violencia que es el pan nuestro de cada día.
La respuesta a todo esto es marketing, discursos del canciller y del presidente, llamado a la comunidad internacional, notas de prensa destacando las deportaciones de cientos de haitianos mientras los negociantes legales e ilegales introducen miles cada día, no es culpa de los gobiernos extranjeros que los distintos gobiernos nuestros hayan utilizado los consulados dominicanos en territorio haitianos para pagar favores de amigos o colaboradores que ejercen sus funciones con una calculadora en las manos.
Otro tema que no podemos obviar, es como el empresariado dominicano, es el primero que sale a pedir clemencia por los ilegales cuando sienten que sus intereses se verán afectados por una regularización.
Y que decir del papel de las iglesias que tienen en esos ciudadanos el gran nicho de feligreses?
Imagino la comunidad internacional brindando con buenos vinos y felicitando los excelentes discursos de nuestros dignos representantes, a sabiendas que son palabras huecas, conscientes de que estamos facilitando sus intensiones con nuestras acciones, mientras entre todos traicionamos el ideario de los padres de la patria y la lucha de tantos hombres y mujeres que ofrendaron sus vidas en defensa de nuestra dominicanidad.
La sobrepoblación haitiana en un pequeño territorio, nos ha convertido en un Estado tapón.
Finalmente, quiero señalar dos grandes peligros que nos acechan mientras nosotros estamos de teteos en teteos y bailando dembow, es la cada vez más presencia de bandas haitianas y algo que ha sido señalado por el especialista en geo política Ivan Gaton, es la presencia de más de 29 mezquitas, 17 musallas, que salas de oraciones más pequeñas que las mezquitas y una madraza ( escuela coránica), sin ningún tipo de vigilancia para saber qué tipo de islam se predica.
Nuestra elite política y empresarial, junto con la comunidad internacional deben aunar esfuerzos para evitar que el país más estable de la región colapse cargando el peso de una nación ingobernable, de no tomar medidas rápidas y radicales, nuestro hijos y nietos no tendrán patria y estaremos contemplando una isla completa, versión caribeña de Somalia.