POR DANILO CRUZ PICHARDO.- Honestidad es hablar y actuar con sinceridad, es más que no mentir, engañar, robar o hacer trampas. Implica mostrar respeto hacia los demás y tener integridad y conciencia de sí mismo.
Si partimos de esa definición nadie es honesto cien por ciento, porque hay situaciones –sin necesidad de poner ejemplos— que simplemente demandan silencio. Sin embargo, en una escala del uno al cien, aquellos que están por encima del 70 u 80% se pueden calificar de honorables.
Se estima que las poblaciones más honestas del mundo son Dinamarca, Suiza, Singapur, Taiwán y Nueva Zelanda. Y entre las más corruptas se encuentran China, Marruecos, Perú, Kazajstán y Kenia.
De 180 países, República Dominicana aparece en el número 137, en cuanto a índice de percepción de corrupción. La posición de nuestro país ha ido en aumento a raíz de la desaparición de los grandes líderes políticos, como el profesor Juan Bosch, Joaquín Balaguer (con todos sus defectos) yJosé Francisco Peña Gómez.
Y es que el ejemplo viene de arriba, de los líderes políticos y los verdaderos hombres de Estado. Nadie se imagina a esos tres gigantes de la política nacional involucrados en tratativas en desmedro del Estado y para beneficios personales, por lo que los sinvergüenzas que abundan en todos los partidos no tenían la osadía de plantearles nada que riña con la moral, porque se exponían a ser echados de sus oficinas o casas. Dejaron un buen ejemplo y es una pena que inmediatamente desaparecieron, muchos de sus correligionarios se dedicaran a los actos más perversos.
Se recuerda que un joven llamado Miguel Solano, quien se desempeñaba como viceministro administrativo de la Presidencia en el primer gobierno del PLD, denunció actos de corrupción en ese ministerio y para sorpresa de muchos él fue destituido a los pocos días. Lo que se alegó es que no era un hombre de Estado, es decir, para cumplir con ese calificativo necesariamente hay que ser ladrón.
A José Joaquín Bidó Medina se le consideraba como uno de los peledeístas más honestos, pero nunca ocupó ministerios ni cargos relevantes. Si mal no recuerdo fue director de Ética Gubernamental, una posición que no tiene razón de ser, porque es al Ministerio Público que le atañe por ley tomar iniciativa ante cualquier irregularidad detectada en un órgano estatal. En la actualidad ese cargo es una botella y debería ser eliminado.
En todos los eventos electorales, en República Dominicana, los observadores denuncian compra y venta de votos. Pese a tratarse de un delito electoral, nunca hay régimen de consecuencia, lo que estimula a eventos más graves, como efecto es la versión de que en el pasado proceso municipal de febrero se intercambió drogas por sufragios, sin que ninguna autoridad competente se molestara en investigar tal depravación.
Históricamente siempre hubo personas que no roban, pero ya no es muy común identificar servidores públicos de la estatura ética de José Rafael Abinader, Jorge Martínez Lavandier, Emmanuel Esquea Guerrero, Rafael Flores Estrella y Tirso Mejía Ricart, para solo citar algunos ejemplos.
En la década de los 90 Tirso Mejía fue coordinador provincial del PRD y, al igual que a todos los demás coordinadores, se le dio dinero en efectivo (logística) para la realización del trabajo, siendo el único que devolvió la partida que no gastó, por lo que el doctor Peña Gómez, en una reunión de la Comisión Política del PRD, pidió un aplauso para Mejía Ricart. Un buen reconocimiento. A todos los demás coordinadores el dinero les resultó “exacto.”
Es un grave error, de parte de las organizaciones políticas dominicanas, el haber disuelto sus escuelas de formación política, donde se educaban a sus militantes en torno a las respectivas ideologías y las ideas del filósofo alemán Immanuel Kant, considerado como el más ético de su época.
Se ha llegado al extremo, sin exponer razones valederas, de eliminar la asignatura “Moral y Cívica” de la educación básica, una materia que enseñaba valores conductuales a los niños desde las escuelas, que siempre fueron el segundo hogar de los pequeños.
En lugar de esa asignatura lo que se ha pretendido introducir es la “ideología de género”, un experimento que es un verdadero atentado contra la familia, principal núcleo social y compuesto por dos padres (uno varón y una hembra) y los hijos.