POR NARCISO ISA CONDE.- Acontece que el Estado dominicano, sus gobiernos, instituciones y sistema tradicional de partidos hace muchos años están infectados de delincuencia, con una fuerte presencia de mafias políticas, policiales, militares y empresariales protegidas por una larga impunidad. Eso es estructural dentro del Poder Constituido.
Las entidades encargadas de prevenir, perseguir, sancionar y erradicar delitos, son las más penetradas o asociadas a diversas modalidades de delincuencia. Sucede así con la Policía, DNCD, DNI, sistema de justicia y fuerzas de defensa. Jefes de esas entidades o son cómplices, protectores o socios de esas mafias; o, en otros casos, están cercados por ellas y muestran impotencia para enfrentarlas; salvo actitudes como la de Miriam Germán.
Tal realidad ha predominado a nivel gubernamental en las últimas décadas, salvo excepcionales ejemplos éticos de los efímeros gobiernos de Bosch y Caamaño; lamentablemente seguidos de procesos en que delincuencia de Estado y delincuencia común, no cesan de crecer. Ambas se retroalimentan.
A Chu Vásquez, al general Then y a su presidente Abinader -como piezas relevantes del sistema- solo le queda bravuconear, fantasmear y allantar; mientras a Danilo y Leonel, y a sus mafias peledianas, no les luce presentarse como enemigos de la delincuencia. Es una pose ridícula.
Constitución, leyes, Congreso y sistema electoral son funcionales al disco duro del Estado delincuente y facilitan que una opción rehabilite la otra. Recordemos cómo los gobiernos del PRD (Guzmán y Jorge Blanco) rehabilitaron a Balaguer y su PRSC, que después de los doce años logró gobernar 10 más y pasarle la antorcha endiablada a un PLD, ya sin Bosch y muy degradado.
Un fenómeno parecido está en desarrollo. El régimen de Abinader-PRM -asaltado por la recolonización neoliberal y el gran empresariado nativo y extranjero- está rehabilitando las dos mafias peledeístas: la morada y la verde, sobre todo esta última; previa estructuración soterrada de una impunidad que protege a medias al danilismo y totalmente al leonelismo, en una pérfida competencia entre Abinader, Leonel y Abel por el galardón neoliberal, neofascista, y pro-imperialista.
Mucha gente que marchó de verde esperaba que a estas alturas los jerarcas del PLD y sus gobiernos, incluidos sus dos presidentes, estarían procesados e inhabilitados políticamente. Sin embargo, su preeminencia en el viciado sistema político-electoral y poder mediático, resultan ofensivas al decoro público.
¿Qué “cacata” podría salir de esa competencia por el predominio en el negocio electoral entre esas opciones? El mal hay que arrancarlo de raíz, sacando a todos del poder, calentando las calles y cambiándolo todo mediante una Constituyente.