POR FELIPE CIPRIAN.- Las elecciones municipales del domingo reflejan el profundo deterioro moral del ejercicio político, la indiferencia de las mayorías ante los partidos y sus cabecillas, así como la desesperanza de que por el momento se pueda variar el rumbo de la alocada carrera hacia el abismo que lleva el país.
Hablo en sentido general, lo que incluye la alta abstención, los resultados favorables al Partido Revolucionario Moderno (PRM), el monumento levantado al transfuguismo, el uso descarado de todos los recursos del Estado, el relativo buen desempeño de la Junta Central Electoral (JCE) y el orden con que acudieron los votantes.
El deterioro moral del ejercicio político es evidente cuando legisladores, funcionarios del gobierno y de municipios utilizan todo tipo de mecanismos para maniatar a los opositores y presionar a sus empleados para que voten por el partido en el poder, bajo la amenaza de perder los puestos que obtuvieron, no por méritos profesionales o técnicos, sino por su afinidad partidaria.
Ese proceder inmoral es el que actúa con ventaja cuando a dos exjefes de la Policía, los generales Rafael Guillermo Guzmán Fermín y Pedro de Jesús Candelier Tejada, se les despoja de sus escoltas asignadas por ley, precisamente en el momento decisivo de las elecciones, porque son dirigentes del partido que lidera Leonel Fernández.
Lo mismo hizo el gobierno al entregar a manos llenas fondos públicos de programas sociales para ser rifados en los locales del PRM en una transacción forzada por la miseria que da comida por un día para que la gente vote por ellos y los politiqueros gocen cuatro años.
Eso lo vi personalmente el sábado 3 de febrero de 2024 en la noche, en Sombrero, Baní, y tengo la información de que lo mismo sucedió en todos los distritos municipales y barrios del país.
El mismo día de las elecciones, las fundas rotuladas de una de las agencias de “ayuda social” del gobierno, conteniendo alimentos crudos, eran entregadas en casas de activistas barriales del PRM a gente humilde para condicionar su voto y prometerles mentirosamente empleos y más ayuda “cuando ganemos”.
Mientras esa era la práctica del PRM, el gobierno –que en este caso es lo mismo– deliberadamente no entregó el dinero que corresponde por ley a la JCE para distribuirlos a los partidos, como una forma de dejarlos sin liquidez para que no pudieran movilizar a sus votantes.
El reparto de dinero a cambio de votos fue público y está bien documentado en las redes sociales donde se ve a caciques del PRM entregando papeletas y comprando cédulas.
Aunque no fue una práctica exclusiva del PRM-gobierno, porque dirigentes de otros partidos también lo hicieron, en el caso de la oposición se trata de recursos particulares que si bien es condenable, no es dinero público.
Con esas características, propias de bandas mafiosas y no de partidos democráticos, es que se está actuando en política para escoger las autoridades.
Tienen toda la razón los que me salgan al paso diciendo que lo que hace hoy el PRM en el gobierno, fue lo que hizo el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y el de la Liberación Dominicana (PLD) cuando estaban en el poder. ¡Totalmente cierto!
Por eso es que afirmo que la perversidad va en círculo vicioso. Lo que antes hacía el PLD desde el poder y criticaba el PRM, ahora es práctica mucho más descarada del PRM y el PLD tiene la coraza de salir a criticarla.
Espacio del tigueraje
Ante la degradación escandalosa de la política, hay dos actitudes en el pueblo dominicano: una mayoría que se margina, pierde la esperanza en el presente y el futuro del país, se va por cualquier medio al extranjero –especialmente los jóvenes– y busca solución particular a problemas de su familia.
Eso explica que cada año salgan 50,000 jóvenes a hacer la vuelta por México, más de 10,000 lo intenten en yolas hacia Puerto Rico, mientras que el número se multiplica exponencialmente de los que viajan con visa y se quedan de forma irregular en Estados Unidos y en Europa.
Por ese ambiente desconcertante en la política, las personas de clase alta, media, principalmente urbanas, las que tienen un mínimo de escolaridad y no necesitan una fundita del gobierno para comer un día y pasar hambre cuatro años, no acudieron a votar y les dejaron eso al tigueraje.
El tigueraje ha creado una claque en los partidos donde los “líderes políticos” son los jefes y beneficiarios, mientras que la gente pobre en todo el sentido de la palabra es su rebaño para que voten cada cuatro años por ellos, si quieren “disfrutar” de las migajas que caen de sus bembas insaciables.
Aquí no hay partidos políticos, sino pandillas electorales que usan el poder, dan entrada al dinero del narcotráfico y la corrupción para buscar votos y seguir reproduciendo el círculo vicioso de la perversidad. ¡Sin excepción!
Tigueraje está blindado
Las prácticas perversas de la política han creado ese escenario y cuentan con un sustento legal e institucional muy difícil de romper.
Por eso los partidos nuevos y pequeños tienen las extremidades encadenadas y el camino lleno de emboscadas para que no puedan crecer por sí solos y se vean obligados a aliarse con los grandes, especialmente con el que esté en el gobierno y maneja el presupuesto del Estado.
¿Es así, Guillermo Moreno, Luis Acosta Moreta, Ramón Rogelio Genao y otros insignes?
Es una capicúa para el partido en el gobierno –ayer el PLD y hoy el PRM–que dispone de los recursos del Estado para comprar alcaldes, diputados, dirigentes, mientras que los que están en la oposición hacen el ridículo de denunciar –ahora sí– las prácticas que fueron habituales en sus gestiones.
Anteayer Abel Martínez denunció el uso de los recursos del Estado para favorecer al PRM. ¡Caramba hijo! ¿Y tan pronto olvidaste lo que tú hiciste y yo vi en la consulta del PLD para seleccionar el candidato presidencial de 2024?
¿Entiendes ahora, Abel, por qué yo escribí un análisis, ante tu ‘triunfo’, para afirmar que República Dominicana tocó fondo y que el PLD no tendría oportunidad de recuperarse de su desastre?
Vean, nuevamente, sin maquillaje ni parcialidad, el círculo perverso de la política dominicana de hoy.
El momento es terriblemente desconcertante, aburrido y empinado al hondón.
Eso no quiere decir que no haya salida aunque sea a mediano plazo.
Espacio para un partido
Con las condiciones de hoy, el poder se reproduce como un cáncer maligno. Primero mata al cuerpo que invade, pero al morir el cuerpo, se va con el tumor.
Creo que hay un camino para acelerar la derrota del tigueraje en la política.
El pueblo dominicano necesita un partido integrado por personas honestas, decentes, honorables, que forme cuadros para la lucha popular, para motivar a la juventud, a las mujeres, a los trabajadores del campo y las fábricas, a los pequeños y medianos empresarios patriotas, a la intelectualidad “no asalariada del pensamiento oficial”, para estar presente en cada batalla por los problemas cotidianos de la gente.
Los líderes de ese tipo de partido y sus miembros tienen que estar en lucha cotidiana con el pueblo por sus derechos, por mejores condiciones de vida, por la libertad y la participación democrática, en cada desastre y cada fiesta. Esa es la diferencia entre un partido para la lucha del pueblo y otro para comprar el voto del pueblo.
Un partido de ese tipo tendría moral para luchar durante cuatro años junto al pueblo y en cada elección escoger a sus mejores exponentes sectoriales, y pedir el voto.
Allá quede el tigueraje político, con sus prácticas perversas, reproduciéndose en círculos, para caer vencidos por el pueblo.