POR VINICIO CASTILLO SEMAN.- A casi 8 meses del 16 agosto, el Ministerio Público inicia investigación formal del programa denominado “Visitas Sorpresa”, del anterior presidente Danilo Medina, en el que se gastaron cerca de 70 mil millones en 8 años.
El 21 de septiembre del año pasado, el viceministro Administrativo de la presidencia, José Jáquez, había denunciado la desaparición de toda la documentación sobre el uso de casi 50 mil millones de pesos, manejados a su entera discreción por el expresidente Medina y el Ministerio Administrativo de la Presidencia.
En octubre pasado, el actual ministro de la Presidencia, Jose Ignacio Paliza, anunció que el gobierno había ordenado una auditoría sobre las Visitas Sorpresa. A casi 6 meses de esta declaración se desconocen resultados de esta auditoría y qué empresa u organismo de control ha estado trabajando en la misma.
A finales del año pasado el entonces director del IAD, Leonardo Faña, reiteró graves denuncias de corrupción en ese programa y clamó porque la justicia procesara a los responsables.
Independientemente de los aspectos de corrupción y desfalco que puedan establecerse, siempre fui crítico de ese programa por carecer de base institucional y legal. Fue un programa creado para fabricar una imagen de un Mesías, que con una varita mágica podía resolver “los problemas de las comunidades más pobres del país”, suplantando las funciones institucionales de los ministerios y direcciones generales que tienen que ver con el campo y la producción agrícola.
Está probado ya que el impacto de las Visitas Sorpresa en el aumento de la producción agrícola y pecuaria fue nula. Era un ardid publicitario; sólo sirvió para muchas primeras planas y engrandecer la imagen y ego del “nuevo Mesías”, Danilo Medina.
Ahora, el país podrá conocer con detalle dónde fueron a parar casi 70 mil millones de pesos y lo que había debajo de la fachada de marketing principal del Danilato.
El país espera saberlo todo sobre el manejo de las Visitas Sorpresa. Espera banquillo para los que resulten responsables. Sin vacas sagradas. ¡Caiga quien caiga!