Mientras diferentes países estudiaban cómo reactivar sus economías paralizadas por el virus, las primeras experiencias en China y partes de Europa indicaban que no sería tarea fácil.
Los trabajadores que volvían al trabajo tenían miedo de gastar demasiado o de salir. Los clientes se mantenían alejados de las pocas tiendas que reabrían. Las mascarillas y las me didas de distanciamiento social seguían presentes. Y había un temor generalizado a que el coronavirus pudiera volver si las cuarentenas que pretendían frenarlo se suavizaban demasiado o demasiado pronto. Aun así, los gobiernos estaban ansiosos por reabrir fábricas, escuelas y comercios .
En tanto, las calles de Roma se veían casi desiertas pese a la reapertura de algunas tiendas. En Viena, Marie Froehlich, propietaria de una tienda de ropa, dijo que su personal estaba contento de estar de vuelta tras pasar semanas recluidos en casa. Pero dependían en gran parte del turismo y ella estimaba que el negocio tardaría meses en volver a la normalidad.
AP