POR JULIO MARTINEZ POZO.- Debilitada con dos presidentes al margen de la comunidad internacional, la antigua Capitanía General de Guatemala y posterior República Federal de Centroamérica, insiste en la apuesta por la integración que le daría capacidad para negociar en bloque sus intereses frente a su principal socio comercial y destino de sus migraciones, los Estados Unidos, o frente a cualquier otra potencia económica.
Esos aislados son Najib Bukele, presidente del El Salvador, que fue la primera provincia en proclamar su independencia de la República Federal de Centroamérica, y Nicaragua, que siguió la racha independentista, y cuyo mandatario es Daniel Ortega. A pesar de que se les enmarca en posiciones ideológicas distintas, ambos se han cebado contra la institucionalidad democrática.
Después que las provincias que forman el istmo centroamericano: Guatemala, Panamá, Honduras, Costa Rica y Nicaragua se declararan como repúblicas independientes ha habido dos intentos importantes de reintegración, respetando los nacionalismos,pero diluyéndolos significativamente.
El primero fue de readaptación al orden económico y social que emergió de la Segunda Guerra Mundial que, con Europa de ejemplo, impulsada por el plan Marschall, dejaba claro que la superación de las secuelas de la pobreza y la ruta del desarrollo se accesaba a través de la integración, por lo que en 1951, con la Carta de San Salvador como fundamento, surge la Organización de Estados Centroamericanos (ODECA).
Y, entonces, unificaron los programas educativos, crearon libros de textos comunes, les dieron las mismas reglas a los procesos aduanales e industriales, y crearon instancias de coordinación de gobernanza para marchar al unísono en las cosas en las que se ponían de acuerdo.
¿Qué afectó la ODECA? El esquema de guerra fría en el que entró el mundo a partir de la competencia de dos potencias que se disputaban el dominio geopolítico global, sin guerrearse en sus propios territorios, pero manteniendo al mundo en frecuentes conflagraciones con matices ideológicos.
En el año de 1959 se impuso en Cuba una revolución socialista, que contagió a toda la región de America Latina, donde se expandieron réplicas de insurgencias guerrilleras que aspiraban a reproducir el modelo cubano, cosas que el régimen de los Castro auspició hasta que se produjo la denominada guerra de los misiles, en 1962.
Estados Unidos creó la Alianza para el Progreso, que buscaban contrarrestar la influencia que ejercía la Unión de Repúblicas Socialistas Sovieticas, vía Cuba, con la finalidad de auspiciar revoluciones socialistas, cosa que produjo resultados, hasta el año de 1979, cuando triunfó una nueva revolución en Centroamérica, la sandinista.
Además del desafío ideológico, los brotes guerrilleros provocaban desplazamiento de poblaciones que se reflejaba en una mayor presión migratoria hacia los Estados Unidos, y ambas cosas quisieron atenuarse con un nuevo plan, el Reagan para la Cuenca del Caribe y Centroamérica, que ayudó pero fue insuficiente.
Se necesitó de algo más sólido para buscar un mayor desarrollo económico, y surgen las largas negociaciones y precondiciones que condujeron a la suscripción, en 2004, de el Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica y los Estados Unidos (CAFTA), pero mucho antes, como resultado de los procesos de paz que contribuyeron a aplacar el guerrillerismo, surge la necesidad de relanzar la integración en un esquema de mayor amplitud que el concebido con la creación de la ODECA, y en 1991, con el Tratado de Tegucipalca, surge el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), que daría cabida a países que no están en el istmo como Belice y República Dominicana.