Todo el día deambulan por los callejones del campo de desplazados de Nuseirat, en Gaza. Niños y niñas juegan con lo que encuentran, pasan el tiempo como pueden.
Salma, una niña gazatí, tiene 10 años. Como muchos de ellos, sus ojos están constantemente clavados en el cielo. «Siempre se oye el ruido de los aviones que siguen bombardeando», dice. Pero desde hace algún tiempo se oyen en el aire otros aviones, los que organizan los lanzamientos de ayuda humanitaria. «Nos alegramos mucho cuando oímos esos aviones en el cielo, porque sabemos que son para gente que tiene hambre y sufre mucho», dice.
«Sólo veo tristeza en sus ojos»
En cuestión de horas, esta mujer palestina tuvo que huir de su casa en la ciudad de Gaza. Lo perdió todo y ahora vive en una tienda de campaña con sus dos hermanas y sus padres. «Todas las noches, cuando duermo, sueño con despertarme y descubrir que la guerra ha terminado, porque lo que estamos viviendo es una pesadilla. Ojalá ocurriera pronto», clama.
A su lado, su padre relata el agotamiento físico y psicológico. Como explica Yasser, ya no sabe qué hacer por sus hijos. «Siempre he visto esperanza en sus ojos, pero desde que nos han trasladado, lo único que veo en sus ojos es tristeza. Entienden muy bien que a partir de ahora nos dirigimos hacia un futuro totalmente desconocido», afirma. Según Naciones Unidas, en los primeros cuatro meses, la ofensiva israelí ha matado a más niños que todos los conflictos del mundo en los últimos cuatro años.
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