El presidente electo de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y sus colaboradores comenzaron ayer a moldear lo que será el tercer gobierno del izquierdista, bajo la atenta mirada del mercado y la comunidad internacional.
Lula, de 77 años, regresó al trabajo luego de una semana de descanso en el estado de Bahía (noreste) con la futura primera dama, Rosangela da Silva, tras una intensa campaña electoral.
Este lunes el exmandatario mantuvo reuniones con su equipo en Sao Paulo y “el miércoles estará en Brasilia” para acompañar de cerca la transición, indicó a la AFP un asesor del equipo, asegurando que la “agenda” de encuentros en la capital “todavía no está cerrada”. Bajo la coordinación del vicepresidente electo, Geraldo Alckmin, el equipo de transición empezará a recibir informaciones sobre el Estado entregadas por la administración del ultraderechista Jair Bolsonaro.
El gobierno electo está ante un desafío inmediato: garantizar recursos para cumplir promesas de campaña, como la manutención del Auxilio Brasil, antiguo Bolsa Familia, en 600 reales -118 dólares-. “No podemos comenzar 2023 sin el Auxilio, sin un aumento real del salario mínimo. Se le prometió al pueblo en las urnas”, dijo Gleisi Hoffmann, presidenta del Partido de los Trabajadores de Lula. Sin recursos suficientes en el presupuesto, aliados de Lula negocian con el parlamento la aprobación de un proyecto de enmienda constitucional que permita aumentar los gastos.
AFP