POR BERNARDO VEGA.- Son muchas y costosas las visas que nuestros cónsules otorgan a haitianos. Esos cónsules no son funcionarios de carrera de nuestra cancillería, son nombramientos políticos de miembros del partido en el poder, en este o en anteriores gobiernos, obligados a entregar parte de lo que recaudan al partido de turno.
El “macuteo” continúa cuando un haitiano indocumentado cruza la frontera y tiene que pagarle a un militar. Durante uno de los Gobiernos de Balaguer uno de esos soldados fue llevado ante la tropa reunida y allí públicamente le fueron quitadas las charreteras de forma bochornosa.
Un haitiano que es entrado a la “camiona” bien puede resolver su problema mostrando que “tiene un documento”, es decir unos RD$7,000 para entregar a los inspectores de Migración.
Los haitianos también se dedican ahora al motoconchismo y como se requiere un chaleco que lo identifique con su nombre y la ruta que cubre, tienen que comprar ese chaleco a un motoconchista dominicano, pero corre el riesgo de tener que dar dinero a un policía si se le piden los papeles y se evidencia que está usurpando el nombre del dueño original.
Toda esta corrupción afecta tanto la imagen del país como a nuestro propio presidente Abinader, quien tanto ha implorado en los foros internacionales sobre la necesidad de intervenir en Haití. Tarde o temprano esas prácticas debilitarán la posición internacional del Gobierno.
Una alta proporción de los obreros haitianos que trabajan en nuestro país carecen de documentos, ya sea porque la Dirección General de Migración ha optado por no renovarlos, o porque nunca los tuvieron. Eso hace más fácil que el patrón los explote.
El Gobierno debe otorgar permisos temporales a los haitianos que necesitamos, pero para eso habría que hacer un estimado de las necesidades por sector y por cuantía de meses, según las cosechas. Estamos hablando del azúcar, guineos, arroz, café y la construcción.
Con un proceso de mecanización adicional bien podría ser que no se necesite tanta mano de obra en el azúcar y la construcción. El presidente Abinader ha hecho muy bien en estimular una reforma policial, pero tal vez debe hacerla también para la Dirección General de Migración.
Se está persiguiendo a estudiantes haitianos en universidades de Santiago. En una ocasión Agripino Núñez Collado resolvió el problema. En cuanto a los niños que entran a las escuelas sin que sus padres dominicanos les hayan declarado al momento de nacer, práctica que lamentablemente se ha incrementado en los últimos años, se les debe permitir estudiar. En cuanto a los niños haitianos con tal de que sepan español, también se les debe dar el mismo tratamiento.