Megacueva Alí Babá

POR NARCISO ISA CONDE.- El sistema de partidos, cuyos principales dirigentes son responsables, junto a elites capitalistas inescrupulosas, de la degradación de la política y las penurias padecidas por nuestro pueblo, destilan cada vez más lodo y pus de la cabeza a los pies.

El conjunto de organizaciones hegemónicas, pactos, alianzas y precandidaturas predominantes parecen haber sido sacados de una enorme cueva de Alí Babá. De cara a los comicios de 2024 las perspectivas son realmente asqueantes y altamente contaminantes, en tanto tienden a infectar casi todos los actores, mientras los pactos amplían y profundizan la degradación sistémica.

La institucionalidad dominicana -montada por décadas sobre la Constitución balaguerista del 66 y luego sobre la leonelista del 2010- ha sido estructurada para convertir la política en negocio sucio, los partidos en CxA de carpeta, los electores en clientes, los comicios en votaciones manipulables por el poder del dinero de cualquier procedencia y el Estado en un Estado delincuente, privatizador, empresarial y anexado a EE. UU.

Está muy claro que desde esta institucionalidad y sus “elecciones”, no puede surgir ningún cambio para mejorar la situación general del país. En 57 años de experiencia, lo poco bueno conquistado por el pueblo en lucha, es arropado por lo malo que emana de la clase dominante-gobernante y la superpotencia que clavó sus garras el 28 de abril de 1965 sobre el cuerpo de esta nación

Es muy grave, además, el hecho de que cualquier cambio constitucional está amarrado a un Congreso cada vez más perverso, entreguista y conservador, como quedó de nuevo establecido en la Constitución de 2010, imponiendo la continuidad de un orden constitucional cerrado.

Esta institucionalidad seudo-democrática les posibilita a las fuerzas dominantes atajar las rebeldías populares y crear la ilusión de que es posible cambiar el estado de cosas aceptando las reglas de juego del sistema y solo cambiando personas, partidos y alianzas que defienden intereses similares y ambiciones personales profusas, de lo que está plagada la nueva trampa de 2024.

Tal situación exige crear progresivamente desde el pueblo, sus movimientos sociales en luchas y sus fuerzas políticas transformadoras, un poder popular constituyente que posibilite romper esa camisa de fuerza para iniciar las transformaciones y organizar posteriormente elecciones realmente democráticas.

La premisa fundamental de esa trascendente creación es lograr que el pueblo comprenda esa necesidad, tome conciencia colectiva de ella y se apodere de la idea de que él es el soberano y que debe y puede decidir el éxito de esa nueva y promisoria ruta, destinada a sacar la escoria variopinta del poder y construir lo nuevo.

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