—¿Le llegan los rumores? Que si está enferma, que si está mayor, que va a renunciar…
¡Pero si hasta oí a un señor hace un año en un programa diciendo que yo había presentado la renuncia! Y hablaba con la certeza de quien ha visto el documento!
Y se ríe. La Procuradora General de la República ríe más a menudo y con más ganas de lo que cabría esperar por su habitual gesto severo. Las risas rompen frecuentes el hilo de la conversación, que salta con chispa de un tema a otro.
—Hace casi dos años y medio que ocupa el cargo. ¿Cómo se siente?
A veces… a veces me canso.
—¿Presiones internas o externas?
Yo aquí no tengo grupo, yo aquí no ando persiguiendo a nadie, no tengo que estar cuidándome tanto; al fin y al cabo puedo darme el lujo de decir lo que yo quiera. No tengo ni filias ni fobias.
—¿Se ha sentido sola dentro del Ministerio Público?
A veces. Allí hay gente muy valiosa. Por ejemplo, tengo una relación excelente con Frinette Padilla, que es la Directora Jurídica y también con Thalía Goldberg, directora general de la carrera del Ministerio Público. Por otro lado, me asombra que haya tanta gente dentro de la Procuraduría tratando de evitar la evaluación.
—¿Una evaluación interna del personal? ¿A qué temen?
Sí, interna. Y no sé a qué temen. Me preguntaron el otro día ¿para qué sirve la evaluación sicométrica? Porque no son muchos, pero hay algunos…
—¿Esa evaluación es tan definitiva para sus carreras?
Bueno, eso puede determinar la permanencia en una posición, no necesariamente te saca de la carrera. Esa evaluación debió hacerse hace muchísimo tiempo; incluso hubo una evaluación que prácticamente fue a dedo. Se escogieron personas a las que se iba a dar un curso y resulta que en la evaluación, la mayoría de las pruebas versó sobre ese curso. El proceso terminó en el Tribunal Superior Administrativo, que buscó más o menos un acuerdo.
La carta
—La carta que usted envió recientemente a los fiscales causó sorpresa pero también mucho apoyo. ¿Qué la motivó?
Es que eran cosas que ya las había hablado. A veces pasa que como uno no habla alto ni da palmadas en la mesa, se creen que uno es un poco idiota, sobre todo por la edad. La carta no decía nada que no hubiera hablado antes.
—Y no bastó.
No, no bastó. Yo no tengo corruptos favoritos, yo lo que creo es que las reglas de juego son para aplicarlas, no para saltárselas por el desprecio que produzca tal o cual sujeto.
—¿Qué opina de la cobertura que hacemos los medios de los grandes casos de corrupción?
Yo no lo veo como algo que esté extraordinariamente mal. Tengo una amiga que trabaja en un periódico, pero he tomado distancia. Cuando salía de la funeraria, cuando mataron a Orlando, yo perdí el control. Era como una turba voceándome “¿tiene problemas en la lengua? ¿No puede hablar?” ¡Dios mío! Ahí fue que yo dije: “¡Tengan un poco de humanidad!». Es una persona que yo vi nacer y la acaban de matar, está ahí! Y decían “¿qué van a hacer con ese hombre?” Todavía no estaba sepultado… Me gusta mucho el título del libro sobre periodismo de Kapucinski: Los cínicos no sirven para este oficio.
—¿Le molestan las filtraciones?
Sí. Porque… ¿cómo lo digo sin que suene muy feo? A veces detrás de las filtraciones hay un negocio. Hubo una filtración de una investigación que se pidió con relación a los productos financieros de una serie de personas. Y nada más mirar hacia una oficina judicial… al otro día lo tenía un político. No se sabe hasta qué punto es una cosa retorcida. En los mismos medios hay cosas atroces.
Una reflexión sobre los intercambios de disparos
“No creo que se justifique la implementación de una política criminal que como medio de reducir la delincuencia pretenda tener como método la eliminación física de las personas en conflicto con la ley, no tenemos pena de muerte, es intolerable tenerla de hecho y no estoy afirmando que no pueda, por ejemplo, un miembro de la policía preservar su vida.Como decía el maestro Eugenio Zaffaroni que “toda muerte bajo custodia es sospechosa”, y he visto personas esposadas “intercambiar disparos”, recuerdo a alguien cuya imagen en el lugar del apresamiento lo presentan esposado y después, milagrosamente, “intercambio disparos”.Tenemos la necesidad de ocuparnos de la salud mental de la población, sea mediante internamiento o con un seguimiento ambulatorio, se conocen agresiones de personas en esa condición.”
Los grandes casos
—Los casos de corrupción que ya están en tribunales, ¿son demasiado complejos para el personal con el que cuenta, para la especialización que se requiere?
Mira, yo no quiero buscar un pleito con ellos pero… en la Cámara de Cuentas, como diría un gitano, como que tienen “un mal fario”. Porque los anteriores a la Cámara anterior se pelearon todos por un chisme, los interpelaron y se fueron todos. Los que vinieron después… terrible. Y ahora éstos, que uno creía que iba a ir bien, tienen chismes entre ellos, cuentos… ¡Dios mío!
—Y sin ellos ustedes no avanzan.
A veces tardan, tardan más de lo necesario. Por más que uno lo diga, como que es difícil decir algunas cosas sin desperdiciar las palabras.
—¿Pero el Ministerio Público tiene lo que se necesita?
Hay limitaciones. Por ejemplo, uno necesita la colaboración de otros órganos y ésta se dificulta un poco. Y también que la teoría que tiene uno de un caso… eso no es prueba. Esto lo tengo como un mantra. Tienes que buscar la manera de establecer lo que tú crees. Ver si realmente se corresponde y que conste que no estoy criticando ninguna actuación, porque eso incluso lo veía yo desde antes.
—¿Como jueza?
Sí… yo empecé como fiscalizadora, después juez de paz. Me pasé siete años en la Fiscalía del Distrito como abogado ayudante y ahí tuve una magnífica experiencia con Julito Ibarra, Fefe Valera y Alfredo Balcácer, que era un persona extraordinaria que participó en el puente en el año 65. Y cuando le nombraron me dije: “Ahora sí es verdad … un guardia”. En su proceder ese hombre me demostró que tenía un profundo sentido de la Justicia.
—¿Qué es ser justo?
Dar a cada quien lo suyo y no tener prejuicios. Porque de un individuo se puede decir de todo. Pero él no se puede defender de tus prejuicios porque no los conoce. Y si tienes la meta de llegar a ser un juez medianamente aceptable, tienes la obligación moral de estar siempre en guardia frente a tus propios prejuicios.
—¿Se conoce usted lo suficiente para estar alerta ante sus prejuicios?
¡Ay sí! A medida que uno pasa mucho tiempo en el oficio, uno ve a una persona y te provoca un reflejo de huida. Si lo piensas bien, es probable que ese impulso se relacione con una experiencia tuya que no tienes derecho a transferir a ese individuo.
— ¿Le preocupa lo que se espera de estos macro procesos, la percepción creada?
Me preocupa mucho el ruido que se crea alrededor de cada proceso, las leyendas que se cuentan… ¡que muchas veces se quedan chiquitas para lo que de verdad hay detrás! Esto no es una cruzada.
Usé una vez una expresión, que un amigo tomó muy mal porque creía que yo estaba despreciando a la gente. Dije que no se puede administrar Justicia para las gradas. Uno no tiene que vivir pendiente del aplauso, pero mi amigo lo entendió por otro lado. Interpretó que yo despreciaba a la gente. Cualquier hecho tiene primera página pero supongamos que después se han hecho investigaciones, se ha celebrado un juicio y se descarga al imputado. Esa noticia ya no sale y si sale, se publica pequeña. El estigma para la familia es terrible.
—¿Qué opina sobre el debate actual acerca de la prisión preventiva?
Es que la prisión … esos casos son gravísimos. Pero para otras cuestiones la prisión preventiva no debiera ser la primera opción. Hay algo que puedo decir bueno de Estados Unidos y es que pueden pasar un año o dos con una investigación y cuando te llaman… eso ya no tiene para dónde ir. Tienen todo. Nosotros tenemos limitaciones para eso.
En cuanto a las personas que guardan prisión preventiva por largo tiempo, esto nos compromete a todos los actores del sistema, porque pongamos, si tiene mucho tiempo, debiese haberse extinguido; si tiene tiempo sin acusación, es plausible que el juez intime al Ministerio Público. Por muchas razones sería una buena medida en los casos que no son gravedad extrema, buscar soluciones alternas.
La independencia del Ministerio Público
—Se dice que la independencia de su gestión, frente al Ejecutivo, al presidente Abinader, es real. Ese señor nunca me ha llamado para nada. Mucho menos ha mandado a nadie para hablar conmigo.
—Eso suena bien. Pero imagínese que esa independencia la tiene un Procurador con aspiraciones políticas o de otra índole… ¡Oh! ¡Se declara el pirata Drake!
—Por eso… ¿es realista pensar que conviene un Ministerio Público totalmente independiente del Ejecutivo? Sí, y yo te puedo ahogar negándote todo si tú no me convienes… Pero ese no ha sido el caso con nosotros.
—Ha tenido más problemas internos que externos… Podría decirse que sí. Y hay problemas que son, yo diría que solapados. Por eso digo que no tengo grupos ni aspiro a nada. Que esta es una época para mí preparándome para una larga despedida.
—¿Ha pensado en retirarse? Yo no aspiro a nada después de este… si es que llego o me dejan llegar hasta el final… de este periodo. Si mi salud y todas mis cosas me lo permiten, yo entrego al nuevo gobierno, en el 24. Tengo 74 años y entonces tendré 76, y tanto no se puede.
La formación
—Usted además es una gran lectora, de las que regala libros.
¡Sí! Cuando veo algo que me gusta, que me llena, no lo disfruto por completo si no se lo paso a alguien que lo va a disfrutar tanto o más. Doy gracias porque mi vida se ha cruzado con un buen grupo de amigos, y algunos no son de mi generación.
—Entre esos amigos hay una generación de abogados muy buena.
Es una generación muy bien formada y no es gente unidireccional. Son personas que no viven como los caballos de los cocheros.
—¿Y la formación de los jueces y fiscales, ¿es buena?
Hay… ¿cómo lo digo sin herir? Hay muchos jueces jóvenes egresados de la Escuela que asumen esa función con mucha arrogancia, que no tratan bien a los colegas. Tengo una expresión muy gastada: “no me gusta la gente que más que andar, levita”.
—¿Tuvo buenos maestros?
Estoy profundamente agradecida con mis maestras de Salcedo de la escuela pública: la señorita Efigenia, la señorita Enelina… Primero mi madre me puso en una escuela con las monjas. Y aunque no me había pasado nunca nada malo con ellas, yo no las soportaba. Y recuerdo que un día lancé los cuadernos Tatica y Fellito a una zanja… Recuerdo bien esa satisfacción perversa de ver cómo se iban esos cuadernos.
—Es de una generación que logró una buena educación pública.
Mi mamá trabajaba muchísimo, era modista y tenía callos de la tijera. Un día se sentó en mi cama: “Yo sé que tú no estás durmiendo, que tú me oyes. A mi me duele más que a ti pero si tú sigues sin querer ir a la escuela, yo te voy a seguir castigando”. Lo que en esa época me impactó más fue que me dijo “porque yo no quiero para ti mi vida”. A esa edad, debía tener 7 años, lo comprendí.
Al otro día, me fui a la escuela con truño y ella habló con una maestra, doña Fifa Rojas, que le aconsejó que me mandara a la escuela pública. Fue una decisión muy sabia de su parte. Yo no sé cómo esas mujeres combinaban una profunda religiosidad con una moral hostosiana.
—Habla muy bien también de sus profesores en la universidad… ¿le preocupa la situación actual de la educación en el país?
¡Mucho! Hace varios años yo estaba en la Suprema y fui a una actividad en la Feria del Libro… Yo iba conduciendo detrás de una guagua de escolares uniformados, con personas que debían ser sus maestros. ¡Lo que me cayó en el vidrio! Comida, vasos, de todo. Voceaban cualquier cosa y los maestros ahí, como si no fuera con ellos…
—Le ha tocado jugar un papel en la sociedad dominicana que le permite conocerla muy bien.
Eso creo. Mira… yo he tenido una vida difícil, pero ha habido cosas que me han ayudado a mantenerme más o menos cuerda. La música y la literatura y un humor, que una amiga consideraba humor negro. Con esto de la seguridad que debo mantener ahora, digo que yo era una mujer silvestre que iba a venía a donde quiera y ahora soy una mujer presa.
Perspectivas 2023
—¿Qué augura en el terreno judicial en el 2023? También envió un mensaje el Día del Poder Judicial, llamando a una revisión personal a sus miembros.
A veces, el día no es todo lo esperanzador que yo quisiera y “he vivido lo suficiente como para ver, necesitar ver las cosas sin fervor sin asombro.”
—¿… y sin esperanza?
No tanta esperanza como yo quisiera
—Poco optimista, el mensaje.
Es que nuestra realidad es difícil. Uno se puede encontrar cara a cara con una persona que ha hecho algo atroz y no es lo que justifiques pero tú puedes sentir que por más que te lo explique, para tú llegar a entenderle, tendrías que saber lo que fue su vida. Y no estoy hablando de tolerancia ni de dejar pasar o dejar hacer… pero es que es muy difícil ver la realidad de la gente.
—¿Qué le hace pensar que no van bien las cosas? ¿Cuál es el freno?
Esto está difícil, me refiero a la situación económica. No todo el mundo tiene un salario fijo, ni todo el mundo puede mantenerse con una chiripa, como se dice.
—Ni todo salario fijo da para vivir.
No; ni todos los salarios dan para vivir.
—¿Se arrepiente de algo en su carrera?
Creo que no y eso que yo no quería estudiar Derecho. Yo quería estudiar Letras. Estudié con crédito en la Madre y Maestra pero ahí no había carrera de Letras y a mi mamá en esa época le aterrorizaba que yo viniera a estudiar a la UASD. Es la única vez que le vi a ella rogar, lo que se dice realmente rogar.
Me he sentido bien conmigo misma. Muy pronto después del incidente pude sacar a Jean Alain de adentro de mí. Uno de mis abuelos, que era un hombre exquisitamente culto, casado con una mujer lindísima pero analfabeta, decía que “el rencor es un huésped ingrato que se come al que lo alberga”.
—Visto el incidente desde la perspectiva de un cierto tiempo, ¿cómo lo interpreta?
Él fabuló, inventó pero en el fondo… la herida grande vino con Odebrecht por la medida de coerción. Porque yo le había dicho que yo no quería conocer el fondo ni ser juez de instrucción especial por todo lo que él decía, porque yo conozco y aprecio a Víctor Díaz Rúa desde hace mucho tiempo. Pero eso es una cosa y la medida de coerción es otra y en las motivaciones de la disensión mía con él respecto a la prisión preventiva, le desglosé todo lo que creía de ese proceso y de por qué no era necesaria la preventiva, por qué no era imprescindible. Pero Odebrecht era su niña bonita. Él había puesto como uno de los ejemplos de corrupción Punta Catalina y después lo recogieron, lo quitaron.
—Usted no se alteró en aquella escena televisada, aparentemente.
En ese momento, no sé de dónde saqué para mantener la serenidad. En ese momento pensé en Balaguer… Aunque no tenía sangre, él le hubiera hecho callar, le hubiera sacado. ¡Aunque luego le nombrara en una posición mejor!
INES AIZPUN / DIARIO LIBRE