POR VINICIO CASTILLO SEMAN.- He querido titular este artículo “Navidad, tiempo de orar” en víspera de navidad porque creo que pocas veces como ahora, debemos orar por la paz del mundo y por la humanidad, que mi juicio está pasando una coyuntura historia muy peligrosa y delicada.
Celebramos el nacimiento del Niño Jesús en Belén en medio de una cruel guerra que estremece medio Oriente, con matanzas de miles de niños y mujeres palestinos en Gaza, pero también con cohetes cayendo por primera vez en la capital de Israel Tel Aviv, que igualmente sufrió de manera previa la maldad sangrienta del terrorismo en su pueblo.
Celebramos estas navidades con una escalada de la guerra Ucrania y Rusia, presionada por el complejo industrial militar occidental que sabe que a partir del 20 de enero llegará a la Casa Blanca un presidente Trump que cortará la vital financiación de ese conflicto militar.
El reloj y el paso de los días hacen más que previsible que esa escalada aumente a niveles insospechados.
Rusia está recibiendo ataques en sus zonas residenciales, por lo que es más que esperable que haga lo mismo sobre la capital de Ucrania, Kiev.
Y como si lo anterior fuera poco, cientos de luces desconocidas en el cielo de New Jersey, New York y otras importantes ciudades de Estados Unidos se mantienen como una gran y preocupante incógnita, sin que las autoridades hayan podido dar una explicación de lo que ocurre.
Si son drones chinos o rusos sería gravísimo; si son ultra secretos de Estados Unidos buscando material radioactivo robado, como dicen algunas versiones, peor.
Si no son ninguna de las dos cosas, serían extraterrestres que nos exploran.
Con los conocimientos y avances actuales sabemos que nuestro planeta, desde el espacio sideral las galaxias, se percibe como un grano de arena en una playa.
Que haya otra forma de vida fuera de la tierra es posible.
Y que nos visiten exploradores como nosotros lo hacemos en Marte y otros planetas, resultaría lógico.
Como se podrá apreciar por todo lo anterior, estas son unas navidades en que debemos redoblar nuestra fe cristiana y orar a Dios por la humanidad y por el planeta.
Que nos cuide de la maldad en competencia de “los terrícolas”, que hasta ahora lucen más peligrosos que los que pudieran no serlo.