POR JUAN TAVERAS HERNANDEZ.- Este país no puede volver atrás. Si bien el pasado no tiene solución, los pueblos tienen que aprender de sus errores y mirar siempre hacia adelante. Los pueblos no retroceden sin pagar un precio muy alto. La historia de la humanidad enseña que, sólo derrumbando muros, saltando obstáculos, sin importar los sacrificios, se puede avanzar.
El pueblo ha pasado por muchas vicisitudes a lo largo de su relativa corta existencia luchando contra piratas y filibusteros, contra canallas, invasores, dictadores, déspotas, asesinos, ladrones y sociópatas perversos a los que el pueblo les importa un bledo. Pero ya no más. Como dijera el poeta, “nada ha permanecido tanto como el llanto” en más de 200 años.
No podemos volver al pasado ominoso por el que nos condujeron aquellos que se presentaron como los mesías que sacarían al pueblo del atraso y el subdesarrollo. Todo era mentira. No eran más que unos depredadores, asaltantes de camino que desvalijaron la esperanza y la fe del pueblo, al que juraron proteger y defender.
No quiero ni pensar en la posibilidad de volver atrás, a la época en que un grupo de pelafustanes se robó impunemente los dineros del pueblo impidiendo su crecimiento y desarrollo. Con los miles de millones que se robaron delincuentes morados este país pudo ser otro, sin tanta pobreza y marginalidad.
Una luz de esperanza se abrió con la llegada al poder del Partido Revolucionario Moderno y el presidente Luis Abinader, que sin tener en sus manos todas las herramientas que otorga el poder absoluto, sin romper con el sistema democrático caracterizado por el ordenamiento jurídico de los tres poderes del Estado, pretende producir cambios sustanciales en el Estado hipertrofiado que encontró.
No es, ni será, una tarea fácil, por los intereses de los sectores políticos, económicos y sociales que crean una correlación de fuerzas contraria, pero los avances son notorios, tanto en la administración de justicia, como en la distribución de las riquezas, principalmente por la atención desde el gobierno a los sectores más vulnerables.
Los cambios no se producen de la noche a la mañana, principalmente cuando se producen sin romper radicalmente con las poderosas estructuras de poder.
La clase política, atrasada, sin formación política ni cultural, sigue atada al pasado, reproduciendo los mismos conceptos culturales que la mantiene anquilosada al pasado sin poder mirar hacia el porvenir, actuando sólo en función de sus mezquinos intereses.
Los políticos dominicanos en su mayoría no piensan en el país, en la gente. Solo piensan en sí mismos. Y en sus negocios espurios. Lo mismo sucede con una buena parte del empresariado que actúan como rentistas. Tenemos una oligarquía sin conciencia de clase, y por lo tanto sin jugar el rol que le corresponde en un país pobre.