Paz Vega: Hoy se puede hacer carrera sin importar dónde se resida

Han pasado 22 años después de la pri­mera vez que la pantalla grande vio a Paz Vega. Fue en los fotogramas de «Perdón, per­dón» (1998). Apenas cuatro años después llegó el papel que marca­ría su carrera. Su interpretación en «Lucía y el sexo» (2002) le valió el Goya Revelación y la llamada de la industria cinematográfica esta­dounidense, a la que sigue vincula­da, aunque ya no viva «al otro lado del charco».

En los últimos años, ha participado en un buen puñado de proyectos de la más diversa es­tirpe que abarcan desde series es­pañolas («Fugitiva»), culebrones de lujo en Latinomérica («Cuna de lobos») y apariciones estelares en producciones de Hollywood, por ejemplo, junto a Sylvester Stallo­ne en «Rambo V». Ahora pasa por Málaga para presentar un breve anticipo de «La casa del Caracol».

Protagoniza una de las primeras películas posconfinamiento. ¿Có­mo son los rodajes ahora?

Muy parecidos a como eran an­tes, pero con los protocolos de se­guridad que nos han impuesto. Me alegro de que me haya tocado pa­sar el verano trabajando después de todo lo que ha pasado y está pa­sando. También estoy un poco más tranquila porque nos hemos dado cuenta de que se puede rodar de una manera segura. Hemos esta­do grabando durante dos meses y no ha habido ni un solo contagio. Si lo hubiese habido, hubiésemos parado. Si la gente es consciente, responsable y hace las cosas bien, se puede trabajar perfectamente en cualquier ámbito.

¿Por qué aceptó el proyecto?
Porque es una historia fantásti­ca en todos los sentidos. Es un thri­ller psicológico con tintes de fanta­sía que me encantó; me ha dado la posibilidad de trabajar con Macare­na Astorga, que no la conocía hasta este proyecto, y que parte del roda­je fuese en casa también era un plus.

 Tenía ganas de rodar lo que fuese después de haber estado tres me­ses encerrada en casa sin saber qué iba a pasar, cortando todos los rodajes… Que yo vivo de esto, no tengo otro medio para subsis­tir. Para mí, esa incertidumbre era muy preocupante.

En la producción del filme participa Amazon. ¿Qué le pa­rece la irrupción de las platafor­mas?
Amplían el abanico de posibi­lidades en el mundo del espec­táculo y del entretenimiento. Al haber más plataformas, hay más contenido y generas más nece­sidad de consumir. Cuanto más ves, más quieres, especialmente si el contenido es bueno.

Se fue a «hacer las Américas». ¿Cree que es algo que ya está anticuado?
Dicho así, sí. Ya el mundo está tan hiperconectado… Cuando yo me fui, que todavía no había ni smartphone ni nada de eso, o cuando se fue gen­te que me ha precedido, sí era una cosa más aventurera, más de liar­se la manta a la cabeza y decir: «Me voy allí a la aventura». Pero ya da igual donde residas, puedes tener una carrera internacional.

Pese a eso, miramos mucho a Estados Unidos
Siempre ha sido el faro a seguir, el ejemplo, por cantidad y calidad de contenido que han hecho durante el siglo pasado y el actual. Es un refe­rente a todos los niveles, pero eso no significa que no se haga buen cine en otros países. En mi opinión, Ho­pa­llywood se está quedando anti­guo en las temáticas de sus pelí­culas. Van demasiado a lo obvio, a lo que saben que van a llevar gente al cine. Arriesgan, pero muy poco, para el volumen de películas que hacen y para el di­nero que invierten en eso. Que si nosotros tuviésemos ese dine­ro… ¡Oh la la!

¿Qué se puede aprender del cine español como industria?
James L. Brooks había visto «Carmen» y «Lucía y el sexo» an­tes de que hiciese con él «Span­glish». Cuando le dije que había­mos hecho «Carmen» en cinco o seis semanas y con poco más de seis millones de presupuesto, se echó las manos a la cabeza. Se avergonzó al pensar el dineral que se estaban gastando en Es­tados Unidos. Yo rodé «Span­glish» en casi ocho meses, una película de gente hablando en una cocina.

¿Butaca o sofá?
(Resopla) La magia de la buta­ca es indiscutible, pero por to­do lo que conlleva. Interesarte por una película, quedar con al­guien o no, porque a mí me en­canta ir al cine sola. Suelo ha­blar mucho y comentarlo todo durante una película.

¿Película o serie?
Las dos cosas. En las series el compromiso y lo que te une a ella dura más tiempo. Hay algo de en­ganche, de vicio. Hay algo emo­cional que conecta con la serie. Y las películas es que tienen ese mo­mento de esa magia de sus dos horas, de contarte una historia. Aunque, ahora que nos hemos acostumbrado a las series de ocho capítulos, me parece un ejercicio más complejo ser capaz de pre­sentar un buen personaje en solo dos horas.

LORENA LÓPEZ

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