Pobreza lleva a mujeres a vender sus cuerpos

Santiago. Con tan solo 13 años, Estéfany Padilla Cabral se casó. A los 17 tomó la calle y desde entonces ejerce la prostitución para mantener a sus dos hijos.

Padilla Cabral, que ahora tiene 26 años y es madre de dos niños de cinco y dos años, sobrevive vendiendo su cuerpo al mejor postor. Lo hace en la zona de “tolerancia”, en el entorno del parque Valerio, a escasos metros del cuartel policial del sector La Joya.

Con problemas para caminar por un accidente que le afectó el fémur, Estéfany narra la situación que atravesó durante estos años en la prostitución.

Estéfany Padilla Cabral salió hace dos años desde su comunidad natal, Puerto Plata para establecerse en Santiago.

Por los favores sexuales, hay días que puede irse con mil pesos y más. Sin embargo, hay otros días que no consigue ni siquiera para comer.

“Con el accidente, tengo problemas para desplazarme, al verme afectada una de mis piernas. Quisiera que alguna persona noble se apiade de mí y me ayude para que un especialista vea mi caso”. Así se expresó la dama al hablar con reporteros de elCaribe.

Marginalidad

En la zona del parque Valerio y el Hospedaje Yaque, decenas de mujeres se ven tiradas en las aceras a la espera de un cliente. En algunos casos, estas trabajadoras sexuales llegan de zonas tan apartadas como Santo Domingo.

Tal es el caso de una mujer que solo se identifica como Rosy. Ella hace pocos meses que salió desde la capital dominicana hasta Santiago de los Caballeros para ofrecer su cuerpo.

Rosy rechaza mostrar su rostro pues dice que sus familiares desconocen que está trabajando como prostituta.

Aunque tiene menos de 35 años, es madre de dos hijos con edades de entre 15 y 20 años. Rosy aduce que la falta de oportunidades hace que muchas mujeres tengan que vender sus cuerpos.

En la zona donde las trabajadoras sexuales se aglomeran a la espera de un buen cliente, funcionan al menos cinco lugares que ofrecen habitaciones.

Otras, incluso menores, son reclutadas en barriadas de Santiago, a pesar de las acciones emprendidas por las autoridades contra el proxenetismo.

A finales del pasado año, los jueces del Primer Tribunal Colegiado condenaron a 15 años de prisión a una mujer por los delitos de violencia de género, proxenetismo, permisión de prostitución, explotación sexual comercial y abuso psicológico y sexual de menores de edad.

El tribunal acogió la acusación del Ministerio Público, que demostró en el juicio que Benedicta Núñez Belén, alias Celina, captaba a mujeres y menores de edad para explotarlas sexualmente en un local de la comunidad El Flumen de Los Almácigos, en el distrito municipal La Canela.

En lugares como Sosúa, en la provincia Puerto Plata, diversos sectores llevan años denunciando la proliferación de la prostitución infantil y los niveles de impunidad ante la falta de aplicación de controles por parte de las autoridades.

Ante esa situación, entidades como el Clúster Turístico del Destino Puerto Plata se han puesto de acuerdo para implementar “The Code”, el Código de Conducta internacional para la prevención de la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes en la industria de viajes y turismo.

Sin embargo, la Línea Noroeste figura como la zona de mayor promiscuidad, debido a la cantidad de barras y cabaret, que operan en comunidades como Dajabón o Valverde.

En esa zona se registra la tasa más alta de casos de enfermedades de transmisión sexual.

Avenidas son utilizadas para ofrecer servicios

Con el cierre de un motel que funcionaba a la entrada a la ciudad donde inicia la autopista Joaquín Balaguer, en Santiago, la afluencia de trabajadoras sexuales ha disminuido de manera considerable.

Sin embargo, en horas de la noche, las pocas meretrices que aunque se colocan a la acera de la importante vía, ven surgir la competencia de travestis.

En los elevados de Santiago y la zona monumental también se observa una gran cantidad de mujeres y hombres que se prostituyen.

Igualmente, se da a la entrada de Cienfuegos, pero con jovencitas de corta edad, incluidas adolescentes

MIGUEL PONCE

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