¿Podrá sostenerse el acuerdo de paz de Gaza?

POR LEONEL FERNANDEZ.- El acuerdo suscrito entre Israel y Gaza, anunciado por el presidente Donald Trump, con el apoyo de 59 naciones, fue recibido con gran regocijo por la comunidad internacional.

En lo inmediato, habría un alto el fuego, el retorno de 20 rehenes a Israel y la liberación de 2,000 presos y detenidos palestinos.

Pocos días después de haberse alcanzado esa victoria diplomática y humanitaria, la violencia volvió a desatarse entre las partes en conflicto. Dos soldados israelíes fueron muertos y uno herido, al tiempo que 44 palestinos perdieron la vida.

Con carácter de urgencia, el gobierno de Estados Unidos envió al vicepresidente J. D. Vance a los fines de evitar que la violencia volviera a escalar entre Israel y Hamas.

Hasta ahora, no se ha ejecutado más que la primera de tres fases que contempla el acuerdo de paz, el cual contiene un total de 20 puntos; y si desde ya, tan solo en esa primera fase, resulta frágil en su ejecución, hay que imaginarse el embrollo y la magnitud de las siguientes etapas.

Para ir más allá de la tregua y alcanzar una paz duradera en la región, se ha estimado como segunda etapa del proceso la adopción de medidas de desmilitarización y seguridad, lo que implicaría el desarme de Hamas para dejar de representar una amenaza para Israel.

Como tercera fase, se ha considerado como objetivo fundamental la reconstrucción de Gaza y el establecimiento de un gobierno de transición, con el propósito de crear una situación de estabilidad política en el área.

Complejidades de un acuerdo

Obviamente, será muy difícil, prácticamente imposible, que el grupo Hamas levante la bandera de la capitulación y entregue sus armas. De hecho, Hamas fue creado como movimiento de resistencia militar frente a Israel. Despojarse de sus armas se entendería como una derrota ideológica, moral y militar, que terminaría en su extinción.

El primer ministro Netanyahu ha expresado que el conflicto militar no ha terminado; y el presidente Trump ha advertido que, si Hamas no desiste de la lucha armada, no se opondría a que Israel vuelva al ámbito militar, enfrentando a Hamas hasta alcanzar su total aniquilación.

Además de ser un conflicto que hunde sus raíces en la historia, la complejidad de alcanzar una paz permanente en el tiempo entre Israel y Palestina se debe a que ninguna de esas sociedades se encuentra gobernada por organizaciones políticas homogéneas.

En Israel, por ejemplo, donde ejerce el poder una coalición de extrema derecha, se presentan al interior de sus organizaciones notables diferencias ideológicas, religiosas y estratégicas.

Las hay entre los partidos sionistas religiosos, que procuran sostener el Estado israelí en base a la ley judía, y los nacionalistas seculares, más inclinados hacia el nacionalismo etnocultural, sin carácter religioso.

Frente a los palestinos, hay quienes abogan por expulsarlos completamente de sus territorios, mientras otros prefieren políticas de segregación, sin llegar a la expulsión, para mantener una respetable imagen internacional.

Ciertos sectores procuran alianzas con la red internacional de grupos de extrema derecha, al tiempo que otros lo consideran un alto riesgo, debido al pasado antisemita de algunos de esos países, como Hungría y Polonia.

Todos los miembros de la coalición son partidarios de que los judíos sigan construyendo viviendas en territorio palestino, aunque difieren en velocidad y método, para evitar una reacción adversa a nivel internacional.

Finalmente, hay también luchas de poder entre Benjamín Netanyahu y los líderes de otros grupos de la coalición por controlar los aparatos de seguridad y la ejecución de políticas de anexión.

Del lado palestino, también hay diferencias entre el ámbito religioso y el político. Así, predomina Fatah, laico y nacionalista, igual que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

Por su parte, Hamas simboliza el islamismo político, influenciado por la doctrina de los Hermanos Musulmanes en Egipto; y el sector más radical es el de la Yihad Islámica, que aboga por la desaparición de Israel.

En el enfrentamiento bilateral, el mayor grado de radicalismo se vería entre un Estado judío de Israel y un Estado islámico de Palestina.

Negociación forzada

En ese contexto, es evidente la dificultad de impulsar un diálogo para encontrar la paz entre dos adversarios tan disímiles y antagónicos. Los hechos de terror causados por Hamas, con la muerte de 1,200 israelíes y la captura de 251 rehenes, generaron una reacción desproporcionada por parte de Israel.

Como resultado, se desató la guerra de Gaza, ocasionando cerca de 68 mil muertos, decenas de miles de heridos y más de un millón de desplazados palestinos. Una comisión de las Naciones Unidas realizó una investigación y determinó que Israel había incurrido en genocidio, crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad.

Por sus acciones desmedidas, Israel estaba cayendo en un estado de aislamiento internacional que lo llevaba prácticamente a la condición de paria o país repudiado a escala mundial. Además, por sus ataques al sur del Líbano, Siria, Catar e Irán, se desataba el temor de un escalamiento del conflicto hacia toda la región del Medio Oriente.

De los 193 países miembros de las Naciones Unidas, 153 reclaman el reconocimiento de Palestina como Estado soberano e independiente. Entre esos países se incluyen Reino Unido, Francia, Canadá, Australia y España, todos los cuales han tenido estrechas relaciones diplomáticas con la nación, según el Viejo Testamento, preferida de Dios.

Ante ese deterioro de la imagen de Israel y su cada vez más acentuado repudio a nivel internacional, el presidente Donald Trump procuró ponerle un torniquete a esa hemorragia; y con el apoyo de 59 países, incluidos los Estados árabes más influyentes, obligó a las partes a sentarse en la mesa de negociación y alumbrar un acuerdo que permitiera, en lo inmediato, el alto el fuego y la devolución de los rehenes.

Pero solo en esa primera fase de lo que sería un plan de paz, ya se sienten tensiones y nuevos toques de redoblantes convocando al conflicto armado. Es por eso que nos preguntamos: ¿podrá sostenerse el acuerdo de paz de Gaza?

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