POR DANILO CRUZ PICHARDO.- Los políticos dominicanos, de las últimas décadas, coinciden y difieren en aspectos conductuales, siendo el denominador común el carácter corrupto, un valor que la población percibe como normal en un país carente de régimen de consecuencia judicial, producto de la debilidad en nuestras instituciones.
Solo en los países de justicia fuerte, donde los jueces dictan sentencias de pena capital para aquellos funcionarios que sustraen recursos estatales, la corrupción pública se reduce a su mínima expresión. Pero para la gente darse cuenta que un político dominicano es honrado basta con observar su trayectoria y rectitud.
Juan Bosch calificaba de comerciantes de la política a aquellos que aspiraban ascender al poder para enriquecerse con dinero del contribuyente. Tanto a Bosch como a Peña Gómez usted no podía formularles propuestas indecentes, porque las rechazaban de inmediato y se ofendían. De Balaguer, con su autoritarismo y violación a derechos humanos, que no pueden excluirse de la historia, le atribuyen honradez, pero el suscrito no está muy convencido.
En lo que la mayoría de nuestros políticos coinciden, sobre todo los que han tenido el privilegio de ascender al poder, es en la demagogia. Hacen ofertas y plantean programas de gobierno que después no cumplen. Ahí están los videos de las hermosuras ofrecidas desde la oposición y lo que posteriormente hicieron en el ejercicio público.
Todos están adornados de defectos y virtudes (habría que meter en balanza ambas cosas). Un defecto mayor en un político es renegar su pasado al llegar, cambiar la mujer, a los amigos y mudarse, aunque esto último si es por razón de seguridad tendría explicación.
Ahora lo que está de moda es atacar a Danilo Medina. Es una forma de ponerse en sintonía con el rosario de acusaciones que recaen en su contra, de familiares y entorno político y militar.
Sin embargo, el peor político, de todos, es el ingrato. El que usa a la gente en campaña y al llegar piensa que ya no la necesita, exhibe poses de humilde y en la práctica es un clasista a ultranza, sonrisa de demagogo y capaz, contar de llegar al poder, de comprometer patrimonios públicos estratégicos con familias que exhiben las mayores fortunas económicas, en base a negocios históricos con el Estado dominicano.