SANTO DOMINGO.- Silvia Soto Fernández, politóloga, y especialista en Democracia y Derechos Humanos, consideró que la gran resistencia de un sector del Congreso, compuesto por los tres partidos mayoritarios en una alianza con partidos minoritarios representantes del conservadurismo de permitir la aprobación de un Código Penal garantista de derechos es sumamente preocupante y vislumbra un retroceso democrático para el país.
Entiende que la República Dominicana vive un momento de oscurantismo en lo que respecta a la representación política actual en el Congreso, y que el conservadurismo se ha crecido en la presente gestión del poder legislativo a pesar, de que quedó evidenciado en el torneo electoral pasado que la incidencia de la iglesia no es determinante al momento de la ciudadanía elegir sus representantes, pues son bien conocidos los casos de la senadora Faride Raful, el diputado Horacio Rodríguez del Distrito, y el de la diputada Jacqueline Montero de San Cristóbal, representante de los derechos de las trabajadoras sexuales.
Asimismo, dijo que la alianza conservadora entre los congresistas de los partidos mayoritarios (PRM, PLD y FUPU) y varios minoritarios de reconocida ideología también conservadora, evidencia la falta de liderazgo de estas organizaciones y la falta de identidad ideológica.
“El primer caso se evidencia cuando por ejemplo, a pesar de que oficialmente los mayoritarios expresaron su respaldo a las tres causales, y en el caso del Partido Revolucionario Moderno expresó su oposición al famoso “barrilito” los legisladores tomaron sus propias decisiones”, enfatizó.
Expresó que una causa fundamental de la debilidad institucional de los partidos es la falta de formación ideológica y doctrinal de sus miembros, y que más del 90% de los militantes de todos los partidos en el país desconocen los principios doctrinales de los mismos. Por lo que es importante que dichos partidos asuman programas de formación de sus miembros con responsabilidad.
“La mayoría de los congresistas parecen no entender que el mundo vive en la era posmoderna, en el siglo XXI, y que esto implica que los grandes relatos en los que se sustentan los credos religiosos ya no son suficientes para saciar la sed respeto a la individualidad, a la diversidad y a la de inclusión de los ciudadanos y ciudadanas”, resaltó.