La celebración del 60 aniversario de la fundación en el país del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) lo encuentra hoy entre un montón de organizaciones minoritarias. Sus gloriosas luchas por redimir de la pobreza a las grandes mayorías nacionales ahora se reducen a impedir su aniquilamiento.
El PRD inició su hazaña política el 5 de julio de 1961, cuando a pocas semanas del ajusticiamiento del dictador Rafael L. Trujillo llegó a territorio dominicano desde el exilio la Comisión de la Libertad, integrada por los dirigentes Ángel Miolán, Nicolás Silfa y Ramón A. Castillo.
Desde ese momento, enfrentando los remanentes del trujillismo en medio del terror y el miedo, comenzaría una convulsa trayectoria de éxitos que fueron opacados siempre por el fracaso de su golosa dirección en lograr la unidad interna.
La prédica social del partido blanco y el “jacho encendío” caló tanto en la psique del dominicano, que se reflejó de inmediato en las elecciones generales del 20 de diciembre de 1962, las primeras después de la dictadura. Su candidato presidencial, el profesor Juan Bosch, triunfó con un 58.72% contra un 30.08% de su principal rival Viriato A. Fiallo, de la Unión Cívica Nacional (UCN).
Siete meses después de instalado el gobierno de Bosch, el PRD y el país sufrieron la primera gran frustración en esta etapa histórica de la democracia dominicana. Bosch fue derrocado el 25 de septiembre de 1963 por grupos militares con el apoyo de la Iglesia y los Estados Unidos.
El calvario de los perredeístas no se detuvo jamás. Continuaría durante el Triunvirato con el movimiento de vuelta a la constitucionalidad sin elecciones, que derivó en el estallido de la Revolución Constitucionalista del 24 de Abril de 1965. Ya el PRD se había convertido en abanderado de las conquistas más progresistas de la sociedad, exhibiendo como estandarte la Constitución de 1963.
Su triunfalismo cuando concluyó la Guerra de Abril y se convocaron elecciones el 1 de junio de 1966 no había permitido preparar el partido para la derrota. El país permanecía intervenido por tropas de Estados Unidos, que junto a fuerzas conservadoras y la división de la izquierda favorecieron a Joaquín Balaguer (1966-78). El resultado de los comicios fue catastrófico para los perredeístas: Balaguer, 67.66%, y Bosch, 39.04% de los votos.
Gran división
Tras su derrota Bosch partió hacia Benidorm, España. Allí planteó su tesis de la Dictadura con respaldo popular y que la democracia representativa había fracasado en América Latina. El proyecto de su líder fue rechazado por la mayoría de los perredeístas. Estaban desconcertados por la abstención en las elecciones de síndicos y regidores en mayo de 1968, y las elecciones generales de 1970. Cuando Bosch regresó al país y fracasó su intento de reorganizar el PRD, tomó el camino de la renuncia y formación del nuevo Partido de la Liberación Dominicana en 1973. Esta decisión planteó un cisma en el partido blanco, en medio del proceso para los comicios de 1974 marcados por una inclemente represión política.
Entonces surgió la figura de José Francisco Peña Gómez que junto a dirigentes de la comisión política y el comité ejecutivo nacional estructuraron la alianza electoral Acuerdo de Santiago, para enfrentar a Balaguer. Al final se abstuvo por el clima de inseguridad.
No obstante, el PRD volvió a fortalecerse y logró el triunfo en las elecciones de 1978, con Antonio Guzmán como candidato (1978-82), y las de 1982, con Salvador Jorge Blanco (1982-86). En ese momento histórico la organización iniciaría la transición a las libertades democráticas bajo el liderazgo de Peña Gómez, quien abrazó los ideales socialdemócratas y se afilió a la Internacional Socialista.
Cuando se creyó que el partido blanco iniciaba una época de gloria y retomaba su bandera de lucha por los cambios sociales, volvió a embriagarlo el fantasma de la división interna y los enfrentamientos fratricidas entre su dirección, a los que se sumó en 1985 el máximo líder José Francisco Peña Gómez, quien hasta entonces se había mantenido como el mediador por excelencia.
En esas condiciones huracanadas la nave perredeísta naufragó en 1986 con la candidatura presidencial de Jacobo Majluta, quien fue vicepresidente del gobierno de Guzmán, y presidente del Senado en el de Jorge Blanco. Finalmente Majluta dividió el PRD, para fundar el Partido Revolucionario Independiente (PRI), del que fue candidato en 1990. Peña Gómez volvió a tomar el control de la organización y se erigió como candidato presidencial en las elecciones de 1990, 1994 y 1996. Todos sus intentos fracasaron, pese a la evidente revitalización del PRD. En ese período Balaguer permaneció 10 años en el gobierno (1986-1996), y cuatro Leonel Fernández y el PLD (1996-2000)
Debacle final
Mientras el PRD no regresó a puerto hasta 14 años después, en el 2000, cuando ya su líder histórico había fallecido. Hipólito Mejía (2000-2004), derrotó con casi un 50% de los votos al PLD y su candidato Danilo Medina, y a la última candidatura de Balaguer. La entusiasta base perredeísta confió en el regreso de la esperanza nacional. Sin embargo la división, desconcierto y desorden intrínsecos del partido estallaron con igual dimensión a pocos meses del gobierno. El mandatario impulsó el restablecimiento de la reelección presidencial consecutiva contra viento y marea. Los principios antirreleccionistas del peñagomismo rodaron hechos añicos, y el PRD volvió a dividirse en medio de intensas contradicciones. Su emblemático presidente Hatuey de Camps abandonó la organización para formar el Partido Revolucionario Social Demócrata (PRSD), en medio de una crisis económica y política, que posibilitó el regreso al poder del expresidente Fernández, candidato del PLD (2004-2008 y 2008-2012).
Su aniquilamiento
Desde su derrota en 2004 el PRD zarpó hacia un complejo escenario político, que lo mantiene a la deriva y al borde del aniquilamiento. Su liderazgo quedó a merced del expresidente Mejía y el surgimiento del exsecretario de Obras Públicas de su gobierno, el empresario Miguel Vargas, quien en 2007 ganó la candidatura presidencial con un 80% de los votos, a la exvicepresidenta Milagros Ortiz Bosch.
La candidatura de Vargas no inspiró a los votantes para construir una alternativa política y fue derrotada en las elecciones de 2008 por el PLD y la reelección de Fernández. En esos comicios Vargas proyectó un distanciamiento del impopular Mejía, lo que a su vez se tradujo en una apatía del grupo del exmandatario en el proceso. Desde entonces las contradicciones se tornaron irreconciliables entre los seguidores de Vargas, presidente del partido, y del exjefe de Estado. El sofocante ambiente interno del PRD llegó a su clímax, en la convención de 2011, donde se enfrentaron los dos dirigentes y la comisión organizadora proclamó como ganador a Mejía (54%), en medio de la algarabía de sus seguidores y la consigna “Llegó Papá”.
El PRD vivió otra gran frustración en las elecciones del 2012. Sus seguidores abrigaron las reales esperanzas de una ampliación de la base electoral y regresar al poder con Mejía reivindicado. Por esto reaccionaron incrédulos cuando la Junta Electoral ofreció los resultados: Medina, del PLD, 51.21%, y Mejía, PRD, 46.95%.
Mientras el exmandatario, que se auto designó líder de la oposición, denunciaba a la Junta Central Electoral, hablando de manipulación, abuso de poder y que los resultados no mostraban la impresión de la voluntad del pueblo, sectores del PRD atribuían también a Vargas una cuota de responsabilidad y retaliación. Todo lo que hizo el presidente del partido fue para boicotear el triunfo, decían.
Dos años después, Mejía y Luis Abinader, quien fue su compañero de boleta en 2012, decidieron junto a la mayoría de los dirigentes históricos del PRD, abandonar la organización y formar el Partido Revolucionario Moderno (PRM), dándole el tiro de gracia en esta etapa más lúgubre de su existencia. Tras esta división, Vargas decidió aliarse a su principal rival, el PLD, en las elecciones de 2016, para apoyar la reelección del presidente Medina, sufriendo su maquinaria una debacle en su base política, al caer a un cuarto lugar con poco más del 5% de los votos, mientras el PRM y Abinader se situaban en un segundo lugar con 34.98%.
Junto al triunfo de la reelección, Vargas fue designado ministro de Relaciones Exteriores y el PRD volvió apoyar al PLD y su candidato Gonzalo Castillo en los comicios de 2020, continuando su desgaste como partido bisagra. Solo obtuvo 3.57%, ubicándose en el umbral de los partidos minoritarios que debate en los tribunales. Contrario a esa estrepitosa caída en los últimos ocho años de la erosionada popularidad del PRD, el PRM y su candidato Abinader establecieron un precedente en su segunda participación electoral, ganando las elecciones del 5 de julio en primeras vuelta con un 52.52%, derrotando al PLD y su candidato Castillo que obtuvo 37.46% de los votos.
En medio de este panorama, las perspectivas del PRD se advierten sombrías, sin una figura alternativa a la vista, que logre salvarlo de la hecatombe en que se encuentra y la amenaza de aniquilamiento en el escenario político nacional.
MANUEL FIGUEROA