SANTO DOMINGO.- Kilométrico. Uno de los señalamientos históricos al Premio Soberano es el tiempo. No hay cómo frenarlo, ni antes ni ahora. “Se le va la guagua”. La noche del miércoles, de nuevo.
El manual lo establece bien claro, ese factor genera a la larga una desconexión con el público televidente. Desde hace tiempo eso lo saben los productores. Solo que ese monstruo nunca lo han podido controlar y ni «Kronos» los salva.
Sobre todo cuando ese tiempo se malgasta, letargado, en monólogos que no conducen a ningún camino por parte de los presentadores, que de manera forzada se montan en un malogrado guion, como sucedió en Premios Soberano 2023, una apuesta que quedó maltratada por sus diseñadores y protagonistas.
Julio Sabala está en el centro del torbellino mediático. «Culpable!», grita la masa enardecida. Y no andan lejos. El showman no hizo reír, por la razón que sea. Otros monólogos o intervenciones de Luz García o Pamela Sued tampoco calaron del todo.
A eso se suman notables fallas en el sonido. Todo un conjunto de tropezones que terminaron estropeando la producción de Alberto Zayas, que sí logró algunos segmentos musicales significativos, acertados.
El ritmo disparejo entre música, entrega de premios y presentaciones iba menguando el interés de los televidentes y que se haya terminado casi una hora después de lo aconsejable (12.40 de la madrugada del jueves) dio al traste con ese enganche que soñaban los organizadores (Acroarte y Cervecería) y el resultado fue un vendaval de críticas para una gala que prometía volver por todo lo alto a la sala principal del Teatro Nacional Eduardo Brito.
Sabala, un gran artista ya probado de mil maneras, lamentablemente, no encajó esta vez, ya sea por no lograr hacerse de un buen guion o por el mismo no reinventarse de cara a los nuevos tiempos. O como alegó, que fue obstaculizado por la producción, que no le hizo caso a sus observaciones. El fallo de quién sea es imborrable.
Al defenderse de los resultados, Sabala explicó que “asumí ese riesgo” de una producción que no estuvo completa, pues faltaron muchos elementos de su show, pero aun así, aceptó esa responsabilidad.
«Yo sabía, intuía, porque no hay que ser vidente» que si no quedaba como esperaba, se convertiría en “carnada para todas las redes, para todos los detractores de los premios, para el que yo no le caigo bien, para el que tenga algún tipo de intereses, para los otros medios que podía tener reserva contra ese medio que lo transmitía, entonces yo era el sujeto paciente, fui el cordero de Dios que fue al sacrificio abnegado con tal de que no se lastimaran las expectativas de los premios”, sostuvo en declaraciones al programa «El Show del Mediodía» (Color Visión).
Lo cierto es que esas intervenciones de Sabala fueron desastrosas. Y por citar, cuando interactuó con la diva Milagros Germán, con Iván Ruiz o con Jhoel López muchos se llevaron las manos a la cabeza. Ay de esa pobre mujer (Alexandra MVP) con su hija al lado cuando le hicieron referencia de ese señor del pasado y su actual esposa. ¿Y es que en los ensayos solo llevan payasos para reírse y no gente que pueda evaluar qué puede funcionar y qué no?
“Si quitaran los chistes antes de las nominaciones y los sketches tan malos e innecesarios, el show duraría una hora menos”, tuitió el músico Roger Zayas a los pocos minutos de comenzar la gala artística. Y después miles de comentarios similares inundaban las redes sociales.
Pamela y Luz
Tampoco encajaron del todo Luz García y Pamela Sued en esa trilogía de conductores que carecía de aciertos en sus propuestas comunicacionales. Anotar que Pamela es todo un show y ella quedó mejor parada. Hizo lo que pudo.
Entre los tres presentadores no hubo un acoplamiento ni fluyeron entre ellos y casi ni se relacionan sobre el escenario, salvo las introducciones a Sabala que hacían ellas.
La visual escenográfica, diseñada por Omar Martí, fue evaluada en sentido general con un buen puntaje, anotándose entre los aciertos.
En cuanto al desenvolvimiento escénico, el recurso de playback o voces pregrabadas suele ser difícil de captar para los urbanos, sobre todo, y se notó ese desencaje entre voz y boca. Cada quien iba por su lado.
En algunos momentos parecían canciones de Youtube. Solo a Fernando Villalona se le perdona por lo que se sabe del olvido.
Doblaje de urbanos
Los urbanos no saben manejar el playback. Lo suyo es la espontaneidad y hasta hacer muecas se le ve postizo, y más teniendo de fondo una grabación que se oye tan de estudio. La próxima vez hay que apostar con ellos a la naturalidad. Un riesgo calculado que debe sopesarse.
La premiación fue desarrollada sobre un zigzag rítmico que no lograba una armonía total y se veía interrumpida por desfases y falta de puentes atractivos y entrelazados con música, parlamentos, cambios comerciales y transiciones de contenidos.
Varios musicales salvaron la propuesta de Zayas y fueron acertados, uno más que otros, depende del gusto de cada quien. La fuerza escénica que se supone la presencia del intérprete urbano El Alfa sobre el escenario esta vez se quedó corta y no pasó a mayores, incluso pudiera discutirse si lo de Arcángel tuvo más atractivo que el dembowsero.
Con más swing quedó el homenaje póstumo a Johnny Ventura o la participación de José Alberto El Canario, en un performance junto a Tito Nieves y Gilberto Santa Rosa, en el que interpretaron clásicos sobre una ambientación apropiada, con un buen cuerpo de bailarines y que generaba interés. Al menos de las pocas veces que el público de la sala se paró de sus asientos.
El segmento en homenaje al legendario Luis Segura y el de Wason Brazobán pueden contarse entre los atractivos logrados en la propuesta artística.
Pavel Núñez, Alexandra, Sergio Vargas, Elvis Martínez y Yiyo Sarante rindieron tributo a la trayectoria al Luis Segura, considerado como el papá de la bachata. Esta fue una de las mejores apuestas de Zayas y logró esa conexión que se busca entre artistas y audiencia.
Desde la sala
Pasada la medianoche mucha gente se fue de la sala principal y lo más seguro que de la pantalla de Telecentro, canal 13, por donde se transmitió la gala. Esa sala con tantos asientos vacíos daba una pena.
Ya al cierre, la descarga urbana, en la que participaron DJ Adoni, Ángel Dior, Flow 28, Bulin 47, Chimbala y Rochy RD, no tenía el efecto esperado. Se sentía cansancio colectivo. En la sala. En la pantalla.
Si no se hubiesen extendido tanto los dos últimos segmentos hubiesen concitado más atención pública porque Wason era un lujo tenerlo en este escenario y la reunión de los dembowseros representaba una atracción para las audiencias populares.
Un activo
Los ritmos populares siguen siendo los activos más efectivos para sacar los aplausos del público presente y la aceptación de los televidentes. Los productores del Soberano han visto que, en sus 38 ediciones, el merengue continúa siendo el ritmo que da vida y sabor al premio.
En esta oportunidad solo un homenaje póstumo a Johnny Ventura representó al merengue. La salsa y la bachata tuvieron un gran esplendor en sus números musicales, con las actuaciones de José Alberto “El Canario” y el homenaje al bachatero Luis Segura “El Añoñaito”, pero el género urbano aún continúa sin conectar tanto con el público presente como los televidentes.
El Soberano no necesitaba un golpe más en ese eslabón de impacto y de respeto que ha ido perdiendo en los últimos años. Es una premiación dominicana que merece ser preservada para el incentivo de una clase que necesita de estos impulsos para desarrollar la industria sin chimenea, tan necesaria para afianzar la identidad de un país.
RAMON ALMANZAR